Según Alberto Flores Galindo (1991: 24), "A partir de su peculiar elaboración entre marxismo y nación, Mariátegui acabó elaborando una manera específica peruana, indoamericana de pensar a Marx". En esta elaboración mariateguista colaboraron los muchos provincianos que pasaron por la casa del fundador del socialismo en el Perú.
Emilio Romero recuerda que cuando conoció a José Carlos en Lima, éste ya estaba enfermo y sintiendo ya que le faltaban poco para morir, le dijo que, "no tenía tiempo para perder, que necesitaba información social, económica y de todo orden sobre mi tierra natal, Puno... proponiéndome señalar un día a la semana. Prepararía una encuesta breve para cada semana y sobre ella conversaríamos. Le pedí tiempo para conversar con eminentes coprovincianos míos... para fundamentar mis conclusiones. José Carlos me extendió ambas manos y vi brillar en sus pupilas dos diamantes... A veces logré pensar que Lima se nos habría vuelto insoportable a los provincianos si no hubiéramos tenido el refugio de su mansión"(Romero 1979: 14-15).
En esa época Lima era todavía una ciudad relativamente pequeña, lo que facilitaba el contacto y el intercambio entre intelectuales provincianos. Don Emilio cuenta que cuando visitaba a Mariátegui éste vivía en la misma calle el Jirón Sagástegui donde vivía otro puneño residente en Lima: José Antonio Encinas, quien en Puno había sido profesor de Romero en la escuela primaria. De José Antonio Encinas abogado y de Luis E. Valcárcel historiador Mariátegui derivó la inspiración para definir a los indios como raza/cultura de agricultores. Cita al primero cuando dice, "Retirar [al indio] de la tierra es variar profunda y peligrosamente ancestrales tendencias de la raza" (Mariátegui 1968: 33).21 Inspirándose en el segundo dice "El pueblo inkaico (sic) era una raza de campesinos dedicados ordinariamente a la agricultura y al pastoreo" (Mariátegui 1968: 45).22 Combinando la interpretación histórica y legal de estos dos intelectuales, Mariátegui concluye que "la cuestión indígena arranca de nuestra economía. Tiene sus raíces en la propiedad de la tierra" (Mariátegui 1968: 30).
A la noción de raza/cultura, Mariátegui entonces incorpora los aspectos económicos; desde este punto hasta la identificación de los indios como campesinos ya faltaba poco. La comunidad indígena o ayllu proporcionó a los indigenistas los elementos para ello. Para legitimar sus propuestas con los "descubrimientos" de las nacientes ciencias sociales, Mariátegui utilizó un libro que consideraba "conforme a los métodos de investigación de la sociología y la economía modernas". El autor fue Hildebrando Castro Pozo, quien lo había escrito usando su experiencia en la sierra central del Perú, concretamente en el valle del Mantaro.
Así balanceaba al controvertido Valcárcel, "cuyas proposiciones respecto al ayllu parecen a algunos excesivamente dominadas por su ideal de resurgimiento indígena". Según Mariátegui (1968:66), el piurano concluía "que [la comunidad indígena] es todavía un organismo viviente... [lo que] demuestra la vitalidad del comunismo indígena que impulsa a los aborígenes a variadas formas de cooperación y asociación".
Mariátegui, Valcárcel, Encinas, Castro Pozo, y hasta Haya de la Torre consideraban que el espacio social históricamente natural del "campesino indígena" era el ayllu (o comunidad) que definían como receptáculo que contenía la forma de vida y la cultura en la que el indio podría desarrollar la plenitud de sus facultades. Aún, la comunidad representaba una forma de propiedad armónica con la cultura indígena.
Aunque algunos de ellos como Valcárcel y sus seguidores del Cuzco no fueran decididamente socialistas, el indigenismo de los intelectuales provincianos proporcionó a Mariátegui los elementos para fusionar sus sentimientos raciales con su propia vocación socialista. Inspirado en las lecturas de los autores mencionados y seguramente otros menos conocidos Mariátegui concluyó que "el espíritu comunista identifica al indio" y que "la comunidad corresponde a este espíritu" (Mariátegui 1968:69).25 La comunidad indígena como sea que fuera definida en los años 1920 proporcionó a Mariátegui el insumo intelectual para imaginar y proponer un socialismo nacional, y al indígena como raza/cultura determinada por el ambiente/trabajo agrícola al que había que reivindicar entregándole tierra. Además de una contradicción racial/cultural entre el indio del ayllu y el gamonal mestizo había una contradicción sobre las formas de propiedad inscritas en la cultura. El colectivismo del primero se oponía al individualismo del segundo. De allí derivaba la contradicción de clase entre el hacendado y el campesino.
No es de sorprender que, así como el ambiente agrícola moldeaba la raza indígena, la ciudad también moldeaba las razas de sus habitantes. Para Mariátegui, por ejemplo, aunque "en el latifundio feudal, en el burgo retardado el mestizo carece de elementos de ascención... en la ciudad salva las distancias que lo separan del blanco... la mecánica y la disciplina de ésta le imponen automáticamente sus hábitos". La redención que ofrecía la ciudad surgía de la conciencia de clase y de las relaciones de trabajo que la hacían posible. Esto fue aplicable tanto a los negros como a los mestizos. "La industria, la fábrica, el sindicato redimen al negro de la domesticidad. Borrando entre los proletarios la frontera de raza, la conciencia de clase eleva moralmente al negro" (Mariátegui 1928a, 1929).
La conciencia de clase también un elemento que resultaba del ambiente era redentora de algunos problemas raciales. Una vez adquirida, la conciencia de
clase tendría un potencial reivindicador superior al de la educación, al de la biología, o al de progreso socioeconómico no revolucionario. Por el otro lado de la misma moneda, los ambientes sociales burgueses (identificados como "blancos" racialmente) tenían en los "no blancos" el efecto de borrar la conciencia de su apariencia externa y de producir sentimientos raciales semejantes entre gente de razas distintas. Para los noblancos selectivamente incorporados en tales ambientes, la solidaridad de clase se suma a la solidaridad de raza o de prejuicio y este sentimiento se extiende a gran parte de las clases medias que imitan a la aristocracia y a la burguesía en el desdén por la plebe de color aunque su propio mestizaje sea demasiado evidente (Mariátegui 1929).
El indigenismo socialista fue muy importante en el país hasta fines de la década de 1920. Entonces la prédica mariateguista había cundido, sobre todo en la sierra, donde los intelectuales veían en la identificación de socialismo y nacionalismo una reivindicación y la posibilidad de expresar sus sentimientos raciales. Desde Puno, en una revista de cortísimo tiraje y publicada con los esfuerzos heroicos de su comité editorial, un intelectual de provincias llamado Emilio Armaza escribió un artículo elocuentemente titulado "Confesiones de Izquierda".
En él declaraba, Nunca podremos entender el capitalismo y capitalista tendrá que ser nuestra organización mientras no consultemos con nosotros mismos. Nunca creímos que las tendencias socialistas hubieran venido de Europa. Socialistas somos nosotros por espíritu de raza y sugerencia telúrica (Armaza 1928, citado en Tamayo Herrera 1982: 262).
En los años siguientes el debate político separaría esta identificación entre socialismo y cultura nacional. También sacaría la noción de "raza" de la escena política, que se repletaría de profesionalización política.
Fuente:Los senderos insólitos del Perú
Autor: Stern, Steve J.
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