Lo que quería era comenzar caracterizando a este gobierno y diferenciarlo del primero. Desde el punto de vista del estilo político, efectivamente era un gobierno de presidencialismo retórico.¿ Cuál es la diferencia con el anterior? El de 1985 era un presidencialismo plebiscitario.
Es decir, la legitimidad entre 1985 y 1990 la obtenía en la plaza pública, mediante los balconazos, en contacto directo con la masa. Eso le daba un sentido plebiscitario. Obviamente, era un presidencialismo exacerbado y plebiscitario.
Este gobierno no es así. Su legitimidad depende en gran medida de cómo se ubica en los medios y de la generosidad de los medios para permitirle tener un contacto permanente con la población. Ha distorsionado totalmente el Canal 7.
Hoy no puedes ver ese canal sin ser interrumpido por la presencia de García. Ese es un estilo político. Es un presidencialismo exacerbado y no como García prometió, que al llegar al gobierno el Primer Ministro tendría un peso fundamental. En la práctica, todos los ministros son secretarios maltratados permanentemente por García.
Eso como estilo de gobierno. Y lo que quería señalar también es que ese estilo de gobierno incide en el tipo de régimen político: la forma como organizas el poder, las reglas, los procedimientos para llegar, mantenerse y administrar el poder.
Eso manifiesta un autoritarismo muy fuerte. De hecho, eso es lo que ha venido expresándose a lo largo de estos meses. Su papel protagónico, presidencialista, el maltrato a los ministros, el querer asentarse en una relación con las masas de acuerdo a lo que sientan, querer someter a plebiscito la pena de muerte, una serie de violaciones de derechos individuales y el constitucionalismo, que es un elemento central de la civilización. Si lo dejas libre, sin controles, esto acaba en un régimen totalmente autoritario.
Usted hacía también la diferencia entre el alanismo y el aprismo.
Así es, creo que el presidente está gobernando por la libre. Lo hizo igual en 1985. Y el partido, de alguna manera, es ninguneado, aunque cumple algún rol, básicamente el de la clientela: el partido ocupa los puestos públicos. Pero en la designación de autoridades, de ministros, de altos funcionarios, Alan García tiene la palabra. En la definición de políticas sociales y políticas políticas, que son las que tiene a su mando, García tiene la voz.
Donde no la tiene es en la política económica.
Ese es otro escenario. Hay dos escenarios de decisión: el de las políticas y políticas sociales, y el de las políticas económicas. En las dos primeras hace lo que le da la gana. García decide, es protagónico; sus ministros son solo secretarios, el Poder Legislativo nada tiene que ver, el Primer Ministro tiene poco peso.
En cambio, en la política económica quien manda es el ministro de Economía. ¿Lo viste en el conflicto del SNIP? Fue clarísimo. El ministro salió ganando. Ese es un juego de poder, no un problema técnico. Lo que quería García era ganar un espacio más en esa coalición que se forma y que da origen a este Estado y a la economía de mercado. Quería ganar un punto más, negociar en mejores condiciones, tener más cuota de poder. Mi impresión es que no pudo.
Es que después del desastre del primer gobierno, el terreno económico está en cierto modo vedado
para el presidente.
Este Estado que nació en el fujimorismo de un parto con mucha presencia de organismos internacionales, burguesía local, tecnócratas que manejan capital internacional y militares, fue la coalición que dio a luz a dos mellizos: economía de mercado y la forma del Estado.
Es allí donde se definen cosas que son definitivas y que no han podido cambiar los distintos gobiernos. Ningún gobierno ha podido cambiar la forma del Estado; más bien, le han hecho ajustes, pequeñas reformas para que funcione mejor, pero nada más. Ahí se escinden perversamente políticas económicas para los ricos y políticas sociales para los pobres.
Ahí es donde se decide quién está dentro y quién está fuera; qué tipo de inclusión y qué tipo de exclusión. Mientras el velasquismo fue inclusión total y el Estado oligárquico exclusión total, la peculiaridad de este Estado es que incluye cultural y políticamente pero excluye económica y socialmente. En otras palabras, los políticos y los neoliberales de hoy quieren los votos de la gente pero no sus problemas. Ese es el tipo de integración que están haciendo. No se debe olvidar que la mejor política social es una buena política económica, como dice Efraín Gonzales de Olarte.
Hace algunos meses se discutió sobre la existencia o no de una alianza entre el APRA y el fujimorismo.
Investigadores como Martín Tanaka, por ejemplo, sostenían que esa alianza no era tal, sino que se daban
algunas coincidencias políticas en el Congreso.
¿Existe o no una alianza?
El APRA también dice lo mismo. Martín no descubre nada nuevo. Que haya una alianza no significa que exista un papel escrito firmado entre las partes. Si uno analiza la historia del APRA, salvo la de 1945-1948, que es un pacto formal, todos los otros son pactos informales. El voto del APRA por Prado en 1939, la convivencia de 1956 y la de 1963 con Odría, son todos pactos informales.
Cuando los criticaban, ellos siempre decían que se trataba de meras coincidencias. ¿Cuándo decimos que hay un pacto, más allá de los papeles escritos o no? Cuando se actúa políticamente en el mismo sentido, en la misma dirección.
Y aquí el pacto es importante para mantener el modelo económico, para no ir al fondo de la corrupción de Fujimori, en el desgano para sancionar la política de Fujimori y ser permisivos con el fujimorismo en muchos aspectos, pero sobre todo coincidir, por ejemplo, en la privatización de los aparatos económicos. Todos están de acuerdo en qué personas deben manejar y las que están manejando hoy los aparatos económicos. Allí, Unidad Nacional, el fujimorismo y el APRA están de acuerdo. ¿Qué es eso? ¿Coincidencia? Cuando es permanente, esa coincidencia se llama alianza.
En política no hay coincidencias.
No hay coincidencias casuales, todas son pensadas y más o menos articuladas. En el Congreso se ve también que, en los asuntos de fondo, han votado las tres fuerzas juntas. Creo que ahora el APRA quiere deshacerse de Unidad Nacional, o sea de la derecha decente, para articularse más a la derecha corrupta.
Y eso en política tiene un sentido. ¿Están buscando cajeros para desencadenar una corrupción mucho más amplia? En fin, no le eches la culpa al APRA sino al otro, que ya tiene una historia de corrupción muy fuerte.
Entrevista a Sinesio Lopez M Paredes
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