1965: Las guerrillas peruanas de 1965

Las guerrillas de 1965 formaron parte de los primeros experimentos de lucha armada con base campesina llevados adelante en el Perú en la segunda mitad del siglo XX.

Iluminados por la Revolución cubana, sus jóvenes integrantes importaron el foquismo al contexto nacional, táctica cuya finalidad era desarrollar el movimiento campesino y convertirlo en la locomotora de la revolución. 

Pero en el Perú este método no tenía cabida, pues en los años previos ya había habido una importantísima movilización campesina que no sintonizó con la propuesta guerrillera —muy distinta de la suya—, sustentada en una fuerte organización sindical. 

Tal desentendimiento y falta de apoyo —debido en gran parte a la concepción de los guerrilleros de ser la vanguardia en la lucha— condujeron a la extremadamente rápida derrota de la guerrilla, línea que fue luego retomada y puesta en práctica dos décadas más tarde por el llamado Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). 

Dicho movimiento también siguió las consignas foquistas y los planteamientos del Che, como señaló el Informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Esta historia remite a mediados de la década de 1960, cuando se inició un proceso de radicalización en los discursos y en los métodos dentro de la izquierda peruana, proceso que condujo a una extrema división y gran heterogeneidad interna que resultó en una explosión de grupos y partidos, hasta formar toda una constelación de organizaciones con propuestas de lucha armada. Esta tendencia hacia la radicalización empezó con la aparición de la nueva izquierda peruana en la escena política (caracterizada por dar prioridad a la acción sobre los discursos). 

Entre sus principales fundadoras estuvieron las guerrillas de 1965 (el Informe de la CVR señala al Movimiento de Izquierda Revolucionaria - MIR de Luis de la Puente como la primera agrupación de esta nueva corriente), que fueron las primeras en iniciar la lucha armada en el campo. Se dejaba de esta manera una importante herencia ideológica y táctica para los años siguientes, en los que la lucha armada protagonizó los programas políticos. 

Luis de la Puente Uceda y sus compañeros en la guerrilla.

El estudio de estas guerrillas ha sido postergado en nuestra historiografía y en otros estudios académicos, a pesar de constituir un episodio que sirve para entender muchos aspectos de la actuación de una parte representativa de la izquierda radical en los años posteriores, caracterizada fundamentalmente por dar prioridad a la acción y la cercanía con las masas —sean urbanas o campesinas— y la concepción del papel que el campesinado debía cumplir en la revolución. 

El MIR y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) estuvieron entre las primeras agrupaciones que decidieron plantear la vía armada acudiendo al campesinado como base social, pero lo hicieron aplicando métodos e ideas provenientes de la experiencia cubana. 

La nueva corriente iniciada por las guerrillas de 1965 rechazaba los discursos políticos y los planteamientos teóricos y también negaba la praxis llevada a cabo en los años previos, porque no había conducido a resultados concretos.

Así, se apartó de los planteamientos «electoreros» y pacíficos de la izquierda existente hasta entonces —cuya cabeza más visible durante los decenios previos había sido el Partido Comunista Peruano (PCP)— para emprender la lucha por la toma del poder. Con el proceso guerrillero se dio inicio a una nueva forma de actuar, sobre todo en lo que respecta a la relación de las autoproclamadas vanguardias izquierdistas con las masas a las que pretendían liderar. Un aspecto poco tratado en los escasos estudios académicos sobre el tema es el de la relación que existió entre los guerrilleros y su hipotética base social: los campesinos. 

Como ha señalado Hugo Blanco, en los casos del campesinado que habitaba la sierra sur y central, dicha relación fue trabada debido a que el método de acción (foquismo) era importado y artificial al medio al que se pretendía aplicar.

 ¿Esto sería producto de una subestimación de las capacidades políticas del campesinado como agente revolucionario? 

¿Tendría que ver el origen costeño y mesocrático de los guerrilleros? Además, aparece como inherente a este cambio de rumbo el hecho de que estas agrupaciones no participaran de los grandes debates teóricos del momento, como fue el que dividió a las facciones entre los pro-China (PCP-Bandera Roja) y los pro-URSS (PCP-Unidad): la gran pelea interna de la izquierda en esos años luego del IV Congreso Nacional del Partido Comunista Peruano (PCP) en 1964, año en que se separaron. Los seguidores de la Revolución cubana no estaban interesados en ese aspecto de la política, sino en la acción cercana a las masas, lo que les valió la calificación de «aventureros» por parte de los sectores «conservadores» de la izquierda (por describirlos de alguna forma). Pero esta acción guerrillera no duró más que unos meses (seis en el caso de la columna más exitosa en la sierra central), por lo que el episodio tampoco suscitó mayor debate. 

Así, al apartarse de los debates teóricos y emprender el camino práctico de los planes revolucionarios, las guerrillas trazaron un camino diferente del que había seguido el PCP (que era casi toda la izquierda en ese momento). Por eso se afirma que, además de influir con ciertas ideas, la herencia dejada por estas agrupaciones fue ante todo táctica: la inauguración de la prioridad de la acción dentro del pensamiento marxista peruano. 

Por lo demás, la cuestión del método es tan importante como lo ideológico, debido a que en aquel se ven reflejadas ciertas concepciones previas al comienzo de la acción armada. En el caso del MIR, el análisis del método es esencial para descifrar ciertos aspectos ideológicos, pues en un inicio De la Puente había apuntado a trabajar con las organizaciones sindicales campesinas preexistentes en lugar de aplicar el foquismo propuesto por el Che Guevara. En su primer encuentro con el Che, en 1959, De la Puente le dijo, según cuenta Ricardo Napurí, quien estuvo presente en aquella reunión, que en el Perú se debía tomar un camino diferente del cubano debido a la fuerza adquirida por el campesinado con el auge de las movilizaciones campesinas (1956-1964). 

De la Puente incluso sustentó en la Universidad de Trujillo una tesis de bachillerato en Derecho, para la que realizó una investigación jurídica detallada de las comunidades campesinas y su derecho sobre la tierra. Sin embargo, ese trabajo se quedó en el plano teórico pues fue el foquismo lo que finalmente se aplicó en el campo peruano en 1965, dejando de lado en la práctica la asociación con los sindicatos existentes. Ocurrió, sin embargo, que este método no correspondía a nuestra realidad, porque se suponía que los movimientos campesinos surgirían de la acción guerrillera cuando en el Perú había habido una intensa movilización campesina en los años previos. 

De esta manera, la relación entre guerrilleros y campesinos padeció de incomunicación e incomprensión mutua y a los insurgentes les faltó el apoyo de la masa que tanto buscaban. 

Esto sucedió principalmente en la zona de La Convención (selva cusqueña), donde actuó Luis de la Puente Uceda. 

Hubo una suerte de subestimación de las capacidades políticas del campesinado por parte de la guerrilla, a pesar de que en los años inmediatamente anteriores al inicio de sus acciones ocurrió una verdadera revolución en el campo debido a la fuerza que adquiría el campesinado como actor social y político a través de las tomas de tierras. 

Estos levantamientos masivos fueron realizados por organizaciones sindicales campesinas, señalados por varios autores como indicadores del desarrollo de su conciencia como sector socioeconómico, producto de la lucha por intereses prácticos comunes (como la propiedad de la tierra). Se impulsaba así el cambio de la estructura social hasta entonces predominante, caracterizada por un sistema de haciendas y colonos basado en relaciones semifeudales. 

Es en este contexto que las nacientes fuerzas de izquierda deciden tentar a las masas campesinas como base social para sus planes revolucionarios: quisieron aprovechar la ola de protestas en el campo para su proyecto de lucha. 

Esto constituye un ejemplo (uno de los primeros) de las pequeñas vanguardias de izquierda que pretenden dirigir a una determinada base social considerada no apta para hacer la revolución por su cuenta, sin realmente comprender su organización o sus fines, y sin preguntarse si aquella se encuentra dentro de sus planes. Así, el papel asignado al campesinado dentro de la tan ansiada revolución pasaba por ser un instrumento para llevarla a cabo, mas no lo incluía como agente directo de su realización.

No se tiene certeza de que la agenda de los sindicatos campesinos incluyera una revolución, ya que su objetivo no era derrocar al gobierno sino negociar con él: actuaban dentro del sistema para lograr fines específicos como la recuperación de tierras. 

La idea de dirigir al campesinado hacia la toma del poder fue establecida en el Perú por las guerrillas de 1965, y fueron las primeras en tomar acción en ese sentido.

Los científicos sociales han dejado de lado el análisis del proceso guerrillero peruano de 1965 — cuya importancia radica en que marcó una diferencia con lo anterior e inició una nueva etapa—, al que se debe en parte la radicalidad de las reformas llevadas a cabo por el llamado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas en 1968, que incluyó muchas de las demandas planteadas por los guerrilleros, como la reforma agraria y la nacionalización de la International Petroleum Company. 

Doce años después, empezó a actuar la agrupación maoísta Sendero Luminoso, llevando a cabo un baño de sangre en el país. Es importante preguntarse cuáles son —si los hay— los puntos comunes entre lo ocurrido con las guerrillas de 1965 y la posterior actuación de Sendero Luminoso. Esta última organización puso igualmente sus esperanzas en el apoyo campesino a sus planes revolucionarios, y también obtuvo resistencia de aquel sector. Cabe notar que, a diferencia de los guerrilleros de 1965, Sendero optó por contar con una organización partidaria como base de su actuación. El Estado, inversamente, no aprendió que la mejor manera de tener al campesinado cerca era negociando con él en vez de marginarlo. 

¿Hay patrones en común entre estas dos agrupaciones de izquierda radical que buscaban lo mismo en dos momentos diferentes? 

¿Quiénes aprendieron de las experiencias de 1965 y de la década de 1980 para la pacificación futura del país? 

* Egresada del Departamento de Historia de la PUCP. 

 La teoría foquista se desprende de los planteamientos de Ernesto Che Guevara, quien sostiene que es un foco insurreccional el que irradiará la revolución hasta llegar a formar el ejército popular. 

La propuesta sostiene que no es necesaria la existencia de condiciones objetivas y que el foco guerrillero puede crearlas. 

Hugo Blanco fue pionero en el período 1962-1963 liderando la lucha en el valle de La Convención, pero la suya fue más una iniciativa individual que una acción institucionalizada políticamente de una vanguardia izquierdista. 

 Esto se puede ver en los distintos discursos y pronunciamientos de Luis de la Puente (líder del MIR) y en los testimonios escritos de otros protagonistas como Héctor Béjar (líder del ELN). 4 Años antes, ya había actuado el PCP a través de sus abogados radicales para asesorar jurídicamente a algunos sindicatos, pero esta acción no estaba destinada a la lucha armada ni a la toma del poder.


 DANIELA RUBIO G.*