Esta autopista que conecta los andes con la selva en el Perú, se ha convertido en un importante activo estratégico que garantiza la seguridad alimentaria nacional.
Aún así, existen muchos proyectos de infraestructura peruanos que todavía incluyen a esta troncal, con miras a lograr su ampliación hasta Bolivia.
Esto generaría importantes impactos en las reservas indígenas y en las áreas naturales protegidas ubicadas al sur peruano, que van desde Cusco hasta Madre de Dios.
Aunque nunca se concibió como un proyecto específico, la Carretera Marginal de la Selva surgió de múltiples iniciativas que se levantaron en las estribaciones de los Andes, desde Colombia hasta Bolivia. Además de la brecha a través de la Serranía de la Macarena, existe otra entre Ecuador y Perú que conserva un corredor biológico entre el Parque Nacional Podocarpus en los Andes y la Reserva biológica Cerro Plateado en la Cordillera del Cóndor, además de varios territorios indígenas Awajún en Perú.
El promotor de la Carretera Marginal de la Selva en Perú fue el entonces presidente Belaúnde y traza una ruta sinuosa a través de las estribaciones de los Andes, el Valle del Marañón, el Valle del Huallaga, los paisajes de piedemonte de los departamentos de Huánuco y Pasco, y la Selva Central. Separados de esta carretera, se encuentran segmentos de las Yungas peruanas y el piedemonte de Madre de Dios. Es decir, casi toda la agricultura tropical de tierras bajas se encuentra adyacente a 50 kilómetros de este camino que, a pesar de su trazo peculiar, lo convierte en un activo estratégico para apoyar la seguridad alimentaria nacional.
La Carretera Marginal de la Selva fue propuesta por primera vez en el año 1969 por Fernando Belaunde con el fin de promover la integración de las economías de la Amazonía Andina. El concepto ha influido en el diseño de los sistemas de carreteras nacionales, pero aún existen brechas significativas entre sus diferentes componentes.
Los mapas oficiales muestran una potencial ruta de la Carretera Marginal de la Selva que se extendería aproximadamente 800 kilómetros hacia el sur, desde la Selva Central –camino a los campos de gas de Camisea, en Cusco– hasta el Corredor Interoceánico del Sur cerca de Puerto Maldonado, en Madre de Dios.
Esta brecha en la red de carreteras es, quizás, el corredor natural más importante del mundo, porque facilita el intercambio biológico entre las megadiversas selvas tropicales del sudeste amazónico y los bosques montanos de los Andes centrales. El corredor experimenta algunas de las precipitaciones anuales más altas del planeta, y se considera resistente al cambio climático gracias a patrones de flujo de viento (a escala continental) inherentemente estables.
Por tanto, construir una carretera –ya sea en el piedemonte o en las estribaciones– interrumpiría la capacidad de las especies para adaptarse a los cambios de temperatura, al migrar por un gradiente topográfico a través de las laderas cubiertas de bosques de tres cordilleras: Vilcabamba, Urubamba y Vilcanota.
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