Alberto Fujimori: Un Duelo Personal

12/11/2000

 El costo creciente 

Con el secuestro de la residencia del embajador japonés en Lima, por primera vez el Perú estuvo en el centro de la atención periodística internacional por un período de cuatro meses.


Los peruanos podían ver de cerca cómo funciona el circo internacional de las grandes redes de televisión, la invasión de centenares o miles de periodistas de los rincones más remotos del planeta como también el poder y las distorsiones políticas e informativas que eso significa. Ni la captura de Abimael Guzmán llamó tanto la atención como el asalto a la residencia. El interés surge tan rápidamente con la noticia como desaparece cuando la historia termina.


¿Qué ha cambiado con la crisis?
¿Qué se podría aprender sobre los protagonistas y el impacto que ellos tenían sobre la historia del país?

1. El terrorismo

Para mí el secuestro de la residencia fue el resurgimiento - tal vez el último de este tipo- de un terrorismo político del pasado, anacrónico y casi nostálgico. Estos rebeldes irrumpieron con el grito de «Vencer o morir» al estilo del Ché Guevara, tomaron la residencia de una manera audaz y casi hollywoodense y aprovecharon el asalto para promover sus ideas (locas, sin duda) sobre política y revolución. Es un terrorismo que muestra la cara, contrariamente al terrorismo «moderno» de los años 90 que coloca bombas, mata y huye sin dejar rastros. El terrorismo pos-guevarista es frío y brutal, como los autobombas frente a la embajada israelí en Buenos Aires, los atentados en Oklahoma y en el metro de Tokio.

El golpe del MRTA tiene un lado profundamente romántico -por eso causó tantas reacciones románticas y solidarias entre los izquierdistas del mundo.

Es un romanticismo anacrónico y torpe, pero indudablemente mucho más eficaz en cuanto al manejo de las «relaciones públicas». La disputa sobre si se debe llamar a los emerretistas «guerrilleros» -como lo hicieron la mayoría de los periodistas internacionales- o «terroristas» -como lo hicieron los peruanos- se debe a esa característica romántica del golpe de la residencia. Mostrando un lado romántico, humano -el amor de Néstor Cerpa a su mujer, las chicas viendo telenovelas cuando todavía había luz en el edificio, los rebeldes jugando fulbito- el MRTA obtuvo la victoria propagandística. Con la eficiencia y el profesionalismo de la operación de rescate por parte del ejército peruano, el gobierno despertó cierta admiración y mostró su capacidad de funcionar en momentos de emergencia. Pero Néstor Cerpa se llevó la victoria propagandística -tal vez por eso Fujimori lo odiaba tanto.

2. El presidente Alberto Fujimori

Hasta el final, la crisis de los rehenes parecía como un duelo personal entre Fujimori y Néstor Cerpa. Con la toma de la residencia, el presidente -cuyo carácter y formación tiene un lado japonés- «perdió la cara» ante todo el mundo y especialmente ante los japoneses.

La vergüenza no podía ser mayor para un presidente que fue recibido por el emperador Akihito, que había sido objeto de todos los honores que el gobierno japonés puede ofrecer a un jefe de Estado. Cerpa asestó un golpe casi mortal a Fujimori.

Para Fujimori la única manera de recuperar la cara parecía ser la muerte de su enemigo -Cerpa- y la liberación de todos los rehenes, especialmente de los japoneses. Yo creo que Fujimori nunca quiso una solución negociada, eso no va con su carácter. Fujimori odia cualquier tipo de negociación, tanto con partidos políticos como con terroristas.

El error estratégico de Cerpa fue no entender esa característica de Fujimori. Desde el comienzo sólo había dos opciones para Cerpa: desistir de todas las demandas y salir para Cuba o morir en un rescate violento.

Como la crisis había cobrado la característica de un duelo personal entre Fujimori y Cerpa, el presidente aceptó las reglas del MRTA para sí mismo: morir o vencer. Esa es la mayor diferencia entre Fujimori y cualquier otro jefe de Estado en el mundo. En ningún país del mundo un presidente hubiera permitido la personalización de un conflicto que en el fondo es político. En vez de dejar el manejo de la crisis a las fuerzas de seguridad, Fujimori mismo comandó el rescate. Eso ilustra muy bien el carácter y los riesgos del gobierno de Fujimori. El presidente gobierna el país como su empresa particular. Eso solamente puede funcionar porque las instituciones del país son muy frágiles.

Pero el país necesita una institucionalidad para resolver sus problemas y las crisis que enfrenta. Con Fujimori el riesgo es cada vez mayor de que el próximo cambio de poder sea una experiencia traumática, porque no hay instituciones que funcionen independientemente.

3. Las fuerzas de seguridad

Todos los expertos coinciden en que el General Hermoza y Vladimiro Montesinos ganaron mucha influencia con el rescate exitoso de los rehenes. La importancia y la figuración que alcanzó especialmente Montesinos en la prensa, ilustra cómo este gobierno funciona centralizando sus decisiones entre un pequeño grupo de «amigos». No hay transparencia en las decisiones ni un control eficiente por parte de las instituciones. Por eso las intrigas personales entre los asesores del presidente y los militares se convierten en una cuestión de Estado. Van a aparecer nuevos conflictos dentro del ejército y las fuerzas de seguridad, y a Fujimori le va a costar cada vez más caro apagar estos incendios. El gobierno de Fujimori funciona en base a la confianza personal y no institucional, con los riesgos ya mencionados.

* Corresponsal para América Latina del prestigioso semanario alemán Der Spiegel

Por: Jens Glüsing

Fuente: Desco