El mapa de los BRICS, las economías emergentes que rivalizan con Occidente

3 junio, 2024

Con la ampliación de 2024, el bloque concentra el 45% de la población mundial, el 28% del PIB, el 22% del comercio y el 42% de la producción de petróleo.


Los BRICS nacieron antes por separado que en conjunto. 

Dicho con otras palabras: 

Comenzaron a formar parte de un mismo grupo antes siquiera de decidirlo. Fue el banco de inversión Goldman Sachs el que empezó a utilizar ese acrónimo en 2001 para referirse a un grupo informal de países emergentes, conformado por Brasil, Rusia, India y China, que crecían a un gran ritmo y estaban ganando mucho peso en la economía global.

En 2009, esos cuatro Estados decidieron oficializar el bloque aprovechando la crisis financiera que golpeaba con crudeza a Estados Unidos y la Unión Europea para reclamar su sitio en el orden internacional. 

Apenas un año después, Sudáfrica se incorporó a los BRICS y terminó de darle sentido al nombre de la organización, que no ha dejado de ganar influencia desde entonces.

Ahora, tras una década convulsa en la que los resortes geopolíticos se han movido a su favor, las puertas han vuelto a abrirse a nuevos miembros: en la XV Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en Johannesburgo a mediados de agosto de 2023, se aprobó el ingreso de Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán a principios de 2024. 

Argentina, que también había sido seleccionada para entrar en la organización, finalmente se quedó fuera tras la negativa de Javier Milei, presidente del país desde diciembre de 2023.

En todo este tiempo los cuatro países fundadores más Sudáfrica han estrechado sus relaciones a todos los niveles y han ganado peso en el mundo, en términos económicos y de influencia, aunque también es cierto que el mercado interno ha seguido siendo el principal motor de su crecimiento y que no han logrado integrarse en las cadenas de valor globales al mismo nivel que sus competidores occidentales.

 En concreto, los BRICS originales apenas acaparan el 19% del comercio internacional —exportaciones más importaciones—, cuando el G7, su principal rival, concentra el 31%.

Uno de sus mayores logros ha sido la creación del Banco de Desarrollo en 2014, una institución financiera que pretende puentear al Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en la financiación de proyectos de desarrollo en todo el mundo. Sin embargo, el organismo apenas ha conseguido sortear el dólar en sus préstamos —dos tercios los ha otorgado en la divisa estadounidense— y las sanciones a Rusia por la invasión de Ucrania han limitado en gran medida su operativa.

A pesar de ello, el grupo dice estar preparado para dar un paso adelante y expandirse hacia el sur. Es una victoria sobre todo para China y Rusia, los más decididos a construir un bloque que ejerza de contrapeso al G7 y que concentre el sentimiento antioccidental. Otros miembros como India o Brasil han sido más reticentes porque temían perder peso en la organización, pero la retirada de Estados Unidos de Oriente Próximo y la creciente rivalidad entre Washington y China, en la que cada vez más naciones periféricas optan por la equidistancia, ha armado de argumentos a Pekín y Moscú.

Con la ampliación a once países, los BRICS ya supondrán el 46% de la población mundial, el 29% del PIB, el 22% del comercio, el 42% de la producción de petróleo y el 52% de las emisiones de CO2 (ver gráfico de abajo). Es desde luego un paso adelante que les asegura un mayor impacto en sus decisiones y mayor margen de actuación, especialmente en el plano energético al haber incorporado a tres miembros de la OPEP —Arabia Saudí, EAU e Irán.



La ronda de incorporaciones además no tiene por qué frenarse a principios de 2024, ya que hasta cuarenta Estados habían expresado su interés en adherirse al bloque antes de la cumbre de Johannesburgo, entre ellos Argelia, Cuba, Indonesia, Palestina y Vietnam, según Reuters. En cualquier caso, la coordinación del nuevo grupo no será sencilla: todos los miembros coinciden en la necesidad de reformar las instituciones internacionales creadas por los ganadores de la Segunda Guerra Mundial —ONU, FMI y Banco Mundial—, pero difieren en sus intereses nacionales.

Brasil, por ejemplo, defiende la neutralidad en el escenario global, mientras que para Irán la cooperación con Estados Unidos es una línea roja. La inclusión de Teherán, de hecho, un Estado sancionado que apoya sin titubeos a Rusia en su guerra contra Ucrania, acarrea el riesgo de que los BRICS sean percibidos como una alianza antioccidental vendida a los intereses de Moscú y Pekín. Tampoco son buenas noticias para la alianza las disputas fronterizas entre India y China, cada vez más enquistadas. La ampliación complicará aún más el entendimiento entre países cada vez más diferentes, pero al mismo tiempo será una oportunidad única para competir con Occidente de tú a tú en la lucha por la hegemonía mundial.


Por Álvaro Merino