"La Guerra de Baja Intensidad: Estrategias Contrainsurgentes en América Latina y el Caso de Perú"

02 de febrero, 2015

La Guerra de Baja Intensidad se desarrolla en tres frentes, uno de los cuales (el frente militar) tiene un buen ejemplo en México con los Grupos Aeromóviles de Fuerzas Especiales o mejor conocidos como GAFES, unidades de élite especializadas en asalto aéreo, lucha antinarcóticos y contrainsurgencia creadas entre 1996 y 1997 bajo la supervisión y entrenamiento del pentágono con el objetivo principal de eliminar al EZLN. Este mismo grupo de élite fue el que más tarde constituyó el grupo criminal Los Zetas.



La Guerra de Baja Intensidad (GBI) es una estrategia contrainsurgente desarrollada y perfeccionada a partir de las guerras imperiales estadunidenses desatadas en la segunda mitad del siglo XX. 

La guerra de Vietnam, que comenzó en 1962 y terminó oficialmente en 1973, fue la primera guerra en donde se aplicó este tipo de guerra prolongada de desgaste. Para que se pueda dar este tipo de guerra es necesaria la existencia de movimientos o gobiernos contrahegemónicos con un profundo arraigo popular que se opongan o resistan a intereses coloniales o imperialistas, estos últimos articulados con alianzas locales que generalmente son administradas por la clase dominante de la “nación huésped”. La GBI es una “cruzada global en contra de movimientos y gobiernos revolucionarios del llamado Tercer Mundo”[1].

Esta doctrina alterna a la guerra convencional cobra sentido cuando en el conflicto bélico no puede ser eliminado el “enemigo” por medio del exterminio físico, esto debido al gran respaldo popular que lo sustenta. Este tipo de guerra se presenta como una opción menos costosa en términos políticos, económicos y militares; es una estrategia más completa o integral para enfrentar y superar los conflictos que ponen en entredicho el sistema de dominación. 

Esto quiere decir que la GBI tiene una estrategia que combina aspectos militares, políticos, económicos, psicológicos y de control de población. Esta guerra “alternativa” también tiene como parte de su estrategia la promoción de movimientos contrarrevolucionarios como punta de lanza para resolver el conflicto. 

En este sentido una de las principales distinciones de este tipo de conflictos con las guerras convencionales es el tipo de fuerzas que se emplean y la estrategia que las estructura y organiza. Muchas veces este tipo de fuerzas son de corte paramilitar:

En una guerra de este tipo, la formación de grupos paramilitares se traduce en una necesidad casi imperiosa para los gobiernos que desean anular la base social de su adversario. Su función suele ser doble: lograr legitimidad de las fuerzas armadas en la población y causar debilitamiento político en la fuerza enemiga. Uno de los resultados buscados es el incremento de los conflictos y diferencias organizativas a modo de que se enfrenten entre sí los grupos antagónicos internos; caos del que en el momento propicio se aprovechará la parte promotora para aniquilar al adversario rebelde política y militarmente.

En América Latina este tipo de conflicto fue aplicado exitosamente en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, tres países donde el paramilitarismo jugó un papel substancial en la desarticulación de los movimientos populares y en la instauración del terror como mecanismo de inmovilismo político y social en el marco de GBI.

La dimensión psicológica tiene un fuerte peso en este tipo de guerra, la intención de esta es modificar los hábitos y las conductas de la población objetivo por medio del terror. Esto con el sentido de que abandonen la resistencia y se unan a los planes y estrategia del ejército que empuña la GBI:

Los mecanismos de la represión son dirigidos a contener y condicionar a los pueblos, alterando sus valores para alcanzar objetivos y proyectos a través de la dominación y el terror, (…) Es decir, romper el tejido colectivo y solidario de las organizaciones populares. (…) Estos mecanismos represivos desarrollan una acción psicológica que genera en la población una actitud culposa de la situación, y la necesidad de que los militares pongan “orden” al desquicio social y la subversión.

Así, la GBI tiene que ser entendida como: 

“Una estrategia global de contrainsurgencia a nivel militar, económico y psicológico. La GBI se desarrolla en tres frentes: el militar,  el de las instituciones civiles y  el de la opinión publica. En cada uno de estos tres frentes hay diversas tareas que los entrelazan”. 

Es importante desarrollar en qué consisten estas tres fuentes y cuáles son sus características ya que esto pondrá en evidencia como la GBI es una estrategia cuyo objetivo principal es la población civil.

Frente militar: dentro de la GBI se priorizan las acciones militares quirúrgicas sobre los grandes despliegues de tropa, es por eso que una de las prioridades de este frente es la formación de fuerzas de élite y comandos especiales que puedan intervenir y desplegarse con gran rapidez. Un gran ejemplo de esto en México son los Grupos Aeromóviles de Fuerzas Especiales o mejor conocidos como GAFES, estas unidades de élite especializadas en asalto aéreo, lucha antinarcóticos y contrainsurgencia, fueron creadas entre 1996 y 1997 bajo la supervisión y entrenamiento del pentágono con el objetivo principal de eliminar al EZLN; es importante mencionar que este mismo grupo de élite fue el que más tarde constituyó el grupo criminal Los Zetas. El frente militar también adopta tareas como la ayuda humanitaria, asistencia civil y construcción de infraestructura como mecanismos de penetración de las comunidades en la lógica de la guerra psicológica.

Frente de las instituciones militares y sus auxilios civiles: este es un frente que prioriza las acciones de corte político, estas buscan introducirse e infiltrar a la sociedad civil y conquistar su mente con la única intención de desarticular a los movimientos contrahegemónicos por medio de fracturar su relación con sus bases de apoyo. 

Dentro de este frente el desarrollo e implementación de proyectos económicos es una de las principales estrategias. 

Estos buscan contener al movimiento contrahegemónico a la vez que reorientan la organización social en beneficio de la acumulación capitalista por medio de la modernización de la economía. Proyectos productivos, modernización de los sectores productivos (generalmente agrícolas), inversiones, son algunos nombres que describen el proceso de destrucción de la propiedad y la organización comunitaria. Es importante mencionar que este tipo de proyectos económicos son implementados por medio de agencias o instituciones civiles, lo cual indica que hay una coordinación entre instituciones civiles y militares en la implementación de estos programas de “desarrollo social”. Otra de las tareas clásicas de este frente es la construcción de caminos y puentes, los cuales sirven para agilizar el transporte de las fuerzas militares, la implementación de los proyectos productivos y la conexión de las áreas económicas.

A su vez se penetra, organiza y reorienta a las fuerzas de seguridad no militares como las policías para que trabajen en conjunto y con los mismos objetivos que los militares. La idea es hacer bases de operación mixtas o poner a militares en cargo o retirados como directores de las fuerzas policiacas con el objetivo de obtener una mayor coordinación entre las fuerzas represivas civiles y militares. Así la presencia militar dentro de la seguridad pública es constante, es decir, se militariza la policía. En pocas palabras el objetivo de este frente consiste en reclutar todo el apoyo civil posible a la causa militar.

Frente de la opinión pública: este frente busca cuidar la imagen pública de las fuerzas armadas a la vez que desacredita y desprestigia al enemigo, esto con el fin de aislar y demoler a todos sus potenciales aliados. Para esto es transcendental establecer alianzas o un férreo control sobre los medios masivos de comunicación, ya que es vital que la información alrededor del conflicto sea orienta a legitimar las acciones del ejército y las instituciones civiles que colaboran con él. La información se convierte en un campo de batalla y la ideología un asunto militar. 

El objetivo de esto es crear un cerco que ampare la impunidad y permita la destrucción de las comunidades libremente sin que interfiera la opinión pública.

A grandes rasgos la GBI es una guerra de desgaste cuyo objetivo es evitar enfrentamientos armados a gran escala. Su objetivo es la deslegitimación y el aislamiento del enemigo, destruirlo como alternativa política para después poder exterminarlo físicamente cuando ya no cuente con apoyo popular.

En el caso de Perú

La Guerra de Baja Intensidad (GBI) también se ha relacionado con la lucha contra movimientos insurgentes como el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) y Sendero Luminoso (SL). 

Estos grupos armados, que surgieron con una ideología revolucionaria y marxista-leninista, protagonizaron décadas de violencia en el país, especialmente durante los años 80 y 90.

Frente militar:

El combate contra Sendero Luminoso y el MRTA incluyó operaciones militares específicas lideradas por las Fuerzas Armadas peruanas. Esto involucró la formación de comandos especializados, como el Grupo de Inteligencia del Ejército (GEIN), conocido por capturar a líderes clave como Abimael Guzmán, cabecilla de SL. Además, se establecieron patrullas militares en las zonas rurales más afectadas, donde ambos grupos ejercían un control significativo.

Frente de las instituciones civiles:

El gobierno peruano implementó programas de desarrollo social, como el Programa Nacional de Alimentación Escolar y proyectos de infraestructura, buscando debilitar el apoyo popular a los grupos insurgentes. También se integraron estrategias para militarizar la policía y coordinar las acciones civiles y militares en las zonas en conflicto.

Frente de la opinión pública:

Se utilizó propaganda masiva para desacreditar a los movimientos insurgentes, destacando los actos de violencia cometidos contra civiles y sus vínculos con actividades delictivas. A través de los medios de comunicación, el Estado peruano buscó legitimar sus acciones militares y mostrar su compromiso con la restauración del orden.

Estos frentes ilustran cómo la GBI se adaptó al contexto peruano, con el objetivo de debilitar política y socialmente a los movimientos insurgentes, eliminando gradualmente su base de apoyo popular.


Por: Adrián Galindo de Pablo 

Fuente: animalpolitico