SIN SENDERO: ANTECEDENTES SENDERO LUMINOSO - VLADIMIRO MONTESINOS TORRES (Parte 4)

PERIODO DE ALAN GARCÍA PÉREZ (1985-1990)

En medio de dinamitazos, matanzas colectivas y la caída de poblaciones enteras en manos del terror, el 28 de julio de 1985 arriba al poder el viejo Partido Aprista. El flamante presidente, Alan García Pérez, se enfrenta a una cruda realidad: varias provincias del país estaban bajo el Régimen de Excepción de Estado de emergencia. Empero, la violencia terrorista no cesa, ni tampoco el crecimiento de la militancia senderista y emerretista; cada vez es más evidente un mayor control espacial del territorio por el terror.

Frente a este escenario, García Pérez opta por un giro en el discurso oficial con relación a la guerra interna y crea una Comisión de Paz a la vez que hace, por primera vez, una crítica a las fuerzas armadas por presuntas violaciones de los derechos humanos.

Si para el presidente Belaunde fue muy difícil aceptar la existencia del terrorismo dentro de un Estado de Derecho, para Alan García también fue duro –desde otra óptica– asumir el enfrentamiento con grupos radicales, ya que su partido –el APRA– se había proclamado siempre de izquierda e incluso adhería a la Internacional Socialista, entidad que apoyaba, a su modo, los movimientos de liberación del Tercer Mundo.

En agosto de 1985, a pocos días de que García asumiera el poder, se producen los lamentables sucesos de Pucayacu, Accomarca y otros, perpetrados por personal de las fuerzas armadas. Estos hechos son descubiertos en septiembre del mismo año por una comisión investigadora del Congreso, y son reveladas, entonces, las ubicaciones donde se habían dolosamente ocultado a las víctimas de tales hechos repudiables. El presidente García brindó su total apoyo a la investigación respectiva.

Ello explicaría la tentativa que infructuosamente realizó el gobierno de pretender cambiar la estrategia que privilegiaba exclusivamente el factor militar para enfrentar el terrorismo, a lo que se debe agregar la relación –al principio complicada– que el poder civil tuvo con las fuerzas armadas y cuyo punto más crítico lo constituyó el relevo del general de división EP Sinecio Jarama Dávila del comando de la Segunda Región Militar (Jarama era concuñado del Jefe de la Casa Militar de Palacio de Gobierno, general de brigada EP Víctor Raúl Silva Tuesta) y del Jefe del Comando Político-Militar de Ayacucho, general de brigada EP Wilfredo Mori Orzo, como consecuencia del caso Accomarca.

Este cuadro situacional se le complicó al régimen aprista por lo que vino coincidentemente: en un corto período la red terrorista Sendero Luminoso realizó diversos atentados contra miembros de la Marina de Guerra del Perú que prestaban servicios en Lima. Uno de ellos, de gran impacto, aconteció el 16 de agosto de 1985 cuando personal de dicha institución estaba esperando el vehículo que los transportaría desde el distrito de Villa María del Triunfo donde se encontraban a la Base Naval del Callao. Los marinos fueron atacados por un comando operativo de Sendero Luminoso; el saldo fue varios heridos de gravedad.

Posteriormente, el 14 de marzo de 1986 otra célula terrorista asesinó al capitán de corbeta AP Jorge Alzamora Bustamante, el cual había prestado anteriormente servicios en la ciudad de Ayacucho. Igualmente, el día 4 de mayo de 1986, un comando operativo senderista asesinó al contralmirante AP Carlos Ponce Canessa, integrante del Estado Mayor de la Marina de Guerra del Perú, en circunstancias que salía de su domicilio en Miraflores para dirigirse a la sede de la Comandancia General de dicha institución.

Finalmente, el 14 de octubre de 1986 el vicealmirante AP Jerónimo Cafferata Marazzi fue salvajemente asesinado por un comando operativo de Sendero Luminoso cuando estaba comprando un periódico en un puesto de ventas de diarios en Surco. 

Este homicidio fue, al parecer, una represalia por la supuesta actuación de Cafferata  en la matanza de los penales el 18 de junio de 1986.

El APRA pensó, optimistamente, que se podía derrotar al terrorismo quitándole el apoyo de los sectores campesinos a través de la ejecución de políticas orientadas a estos sectores poblacionales y a otras zonas pauperizadas, para lo cual el crecimiento económico sería el factor determinante. Según este criterio, así se podría terminar con Sendero Luminoso. 

Sin embargo, para fines de 1986 la cruda realidad –monda y lironda– era otra, pues la violencia terrorista se había extendido a nivel nacional y el senderismo estaba ya ejecutando su “gran plan de conquistar bases de apoyo” y su “plan para desarrollar la guerra de guerrillas”, precisamente en todas las áreas rurales, a fin de alcanzar su objetivo de expandir la llamada guerra popular.

Inicialmente el MRTA concedió al gobierno aprista una tregua, a la espera de que García cumpliera con la promesa electoral de un cambio social real, pero en 1987, decepcionado del curso y naturaleza del régimen, suspendió la misma y reinició la lucha armada abriendo un frente guerrillero en el departamento de San Martín. 

Allí lanzó un gran despliegue publicitario en los medios de comunicación nacionales y extranjeros. Dicha situación complicó aún más el problema de la violencia en el país, pues el Estado peruano tenía ahora que hacer frente a dos redes terroristas que estaban, además, formando coaliciones con redes internacionales del narcotráfico.

Es entre los años 1988 y 1989 que Sendero Luminoso, bajo la jefatura y liderazgo absoluto de Abimael Guzmán Reinoso, realiza el evento de mayor importancia para esta red terrorista.

Este fue su llamado “Primer Congreso Marxista Leninista Maoísta - Pensamiento Gonzalo (PCMLM-PG) llevado a cabo en Lima, en el inmueble sito en la Calle 2 Nº 459, Urbanización Mariscal Castilla del Distrito de Surco, ubicado nada menos que a pocas cuadras de distancia de la sede del Cuartel General del Ejército en Monterrico. 

Insólitamente las fuerzas de seguridad y los servicios de inteligencia conformantes del Sistema de Inteligencia Nacional (SINA) no detectaron esta reunión realizada en las narices de la más importante sede de las Fuerzas Armadas del Perú.

Sendero Luminoso sólo ha realizado un único congreso partidario desde el inicio de la lucha armada el 17 de mayo de 1980 hasta la ubicación y captura de Abimael Guzmán Reinoso y otros cabecillas senderistas por la DINCOTE, y esta situación continúa hasta la fecha, pues no se dispone de ninguna información veraz y creíble que brinde un indicio razonable de la realización de un segundo congreso en ausencia de su líder en prisión. Es por eso que en el seno de esta red se le denomina a este primer congreso como “el hito histórico”, ya que en dicho evento se efectuó un balance que va desde la década de los 60 hasta el ILA-80 y se aprueba además la Base de Unidad Partidaria que es el MLM-PG.

A este congreso también lo consideran los senderistas como “hijo de la guerra popular y del partido”, porque según me manifestara Abimael Guzmán Reinoso en una de las tantas entrevistas que sostuviéramos, se llevó a cabo en las propias “narices de la reacción” en Lima. Y ello ocurrió con participación del comité central en pleno y a poca distancia, como ya señaláramos, del centro del poder militar, el emblemático Complejo del Ejército Peruano, sede del Cuartel General del Ejército.


Sendero Luminoso realizó el evento de mayor importancia para la red terrorista. Este fue su llamado “Primer CongresoMarxista Leninista Maoísta – Pensamiento Gonzalo (PCMLM-PG). En la foto, Abimael Guzmán Reinoso firmando libros al final del conclave terrorista que se realizó a pocas cuadras del Cuartel General del Ejército en Monterrico.

La primera sesión del primer congreso ocurrió el 26 de enero de 1988 y fue antecedida por una sesión preparatoria de dos días (26 y 27 de enero de 1988), circunstancia en la que Abimael Guzmán Reinoso, como el principal mando de la dirección central, dio lectura a un informe. Aquí se seleccionó a los miembros  titulares, suplentes y candidatos del comité central y se designó a Guzmán como “Presidente del Partido”, escogiéndose además a los integrantes del comité permanente y del buró político, aprobándose finalmente uno de sus documentos fundamentales: “El Marxismo Leninismo Maoísmo acerca del Pensamiento Gonzalo, el Programa y Estatutos y la línea Política General”.

Esta sesión se extendió hasta el 7 de febrero de 1988 y antes de finalizar ésta, todos los asistentes en orden jerárquico, y como recordatorio de lo que consideraban un hecho histórico, pusieron sus seudónimos en la parte final de una bandera roja con la hoz y el martillo; ésta llevaba el titulo: “Partido Comunista Marxista Leninista Maoísta Pensamiento Gonzalo”.

La segunda sesión se realizó del 27 de agosto al 16 de septiembre de 1988, y en ella nuevamente el propio Abimael Guzmán Reinoso, en orden a su jerarquía partidaria, abrió la misma dando lectura a un informe titulado “Campaña de rectificación para conquistar y construir mediante la guerra popular”. Este informe contenía cuatro vigas maestras –a decir de Guzmán–, que son:

• La campaña de rectificación ideológica.

• El esquema de los estatutos del partido.

• Los problemas en la historia del partido.

• El balance de la primera parte de la tercera campaña.

Como un elemento informativo de interés se menciona el acuerdo adoptado en esta segunda sesión en que se decide suspender a Elvia Nila Sanabria Pacheco, responsable del departamento de apoyo organizativo (DAO), por haber solicitado durante las exequias de Augusta La Torre Carrasco (a) “Norah”, que el comité central designe una comisión investigadora con el objeto de conocer las causas de la muerte de quien el mismo Abimael Guzmán Reinoso llama “la más grande heroína del partido y de la revolución”. Cabe hacer mención a un hecho anecdótico: Guzmán ordenó colocar 26 rosas rojas en el velorio de la “camarada Norah”; el número simbolizaba los años que ella militó como comunista en su compañía.

La tercera sesión se llevó a cabo del 18 al 29 de junio de 1989, y como era de rigor, Abimael Guzmán presentó al comité central un informe titulado “Sobre la tercera Sesión y la Agenda”, en que se analizó la situación de la lucha armada en el país luego de haber transcurrido nueve años. Lo más importante de esta tercera y última sesión plenaria fue la selección de los 18 miembros titulares, de los 3 suplentes y los 3 candidatos del comité central.

Entre tanto, el régimen aprista se debatía en múltiples contradicciones. Así, tenemos que por un lado el gobierno condenaba enérgicamente el terrorismo, y por otra parte, en los hechos se recibía en Palacio de Gobierno como invitados oficiales a delegados del Frente Farabundo Martí, el equivalente salvadoreño del MRTA, o al conocido dirigente de la organización terrorista argentina “Montoneros”, Mario Firmenich. Como si esto fuera poco el propio presidente Alan García, en un discurso que diera en Ayacucho al inaugurarse el VII Congreso Nacional de la Juventud Aprista el 22 de mayo de 1986, dijo: “Debemos reconocer cómo Sendero Luminoso tiene militantes activos, entregados, sacrificados. Debemos reconocer algo que ellos tienen y nosotros no tenemos como partido (...) equivocado o no, criminal o no, el  senderista tiene lo que nosotros no tenemos: mística y entrega (...) esa es gente que merece nuestro respeto y mi personal admiración  porque son, quiérase o no, militantes. Fanáticos les dicen. Yo creo que tienen mística y es parte de nuestra autocrítica, compañeros, saber reconocer que quien subordinado o no, se entrega a la muerte, entrega la vida, tiene mística” (sic) .

Al desconcertante discurso de García hay que sumar los honores que en Ayacucho rindiera Armando Villanueva del Campo a la terrorista Edith Lagos Sáenz calificándola de revolucionaria. Este insólito homenaje dejó atónita a la opinión pública que no podía creer que una de las máximas autoridades del gobierno hiciera reverencias a una organización criminal como Sendero Luminoso.

Empezaba a ser más que evidente para el país que estas incoherencias y contradicciones políticas del régimen tenían su origen en la confusa ideología aprista y en la ausencia de una estrategia para combatir el terror. 

Al gobierno aprista no le quedaba sino improvisar respuestas para satisfacer a cada uno de los sectores sociales. En consecuencia, las fuerzas armadas debieron enfrentar el terrorismo sin un respaldo adecuado, sin directivas políticas precisas, sin un marco legal que posibilitase una acción efectiva frente a este tipo de conflicto asimétrico.

Casi al finalizar el régimen aprista, la mayor parte de los peruanos desconfiaba de la capacidad del Estado y del sistema político para defenderse de la amenaza terrorista. Y es que una monstruosa hiperinflación había anarquizado la economía y además dos terceras partes del territorio nacional estaban bajo el Régimen de Excepción de Estado de Emergencia. 

Estos dos hechos eran suficientemente elocuentes respecto de la crisis de liderazgo que vivía el país. La moneda nacional no valía nada, un gran número de autoridades del interior del país habían renunciado o abandonado sus cargos y en otros casos habían sido cruelmente asesinadas por el terrorismo, los campesinos huían de sus tierras, empujados por la violencia; esto produjo una corriente migratoria que hizo estallar la provisión de servicios en las ciudades y causó además serios trastornos demográficos en el país. 

Nada funcionaba bien, salvo las redes y coaliciones terroristas que día a día, inexorablemente, se apoderaban del país. 

Una vez que la red terrorista Sendero Luminoso controló todo el eje andino y tuvo consolidada, sólidamente, su posición en las áreas cocaleras donde había formado coaliciones con las redes internacionales del narcotráfico, decidió pasar a la fase siguiente que consistía en el cerco de Lima y luego golpear al poder en su propia guarida. 

En suma, los resultados fueron una cadena indetenible de asesinatos y ataques terroristas, a cual más sanguinario, que nos mostraron entonces con todo dramatismo el serio peligro que atravesaba el Perú.

Este ya dramático escenario se complica aún más cuando el 9 de julio de 1990 se produce la escandalosa fuga de 47 internos del MRTA entre los que se encontraban los cabecillas Víctor Polay Campos,Alberto Gálvez Olaechea y Miguel Rincón Rincón– a través de un túnel de más de 300 metros que fue construido desde el exterior del  establecimiento penitenciario Miguel Castro Castro. 

Estos trabajos de “ingeniería” terrorista no son, increíblemente, detectados por las fuerzas de seguridad ni los servicios de inteligencia; estos jamás se percataron de la construcción de un túnel de esta extensión, que fue cavado sin ninguna dificultad en el transcurso de muchos meses.

Difícil de creer. Este túnel llevó a la libertad a toda la dirección política del MRTA a tan sólo 19 días para que finalizara el gobierno del presidente Alan García Pérez

Su sucesor, el ingeniero Fujimori, recibió esta herencia: un aparato de Estado cuya imagen se había deteriorado peligrosamente con esta fuga casi fantástica.

Así culmina la década de los 80, con un país envuelto en una devastadora violencia, con dos grupos terroristas que tenían la iniciativa en este conflicto, y un Estado arrinconado, sin objetivos políticos definidos, con unas fuerzas armadas sin horizonte, desmoralizadas y sin poder hacer frente a este conflicto asimétrico contra actores no estatales que luchaban más allá de las reglas convencionales o tradicionales.

 Sendero Luminoso, el más dañino de estos dos grupos, ya se había convertido en una suerte de VIH ideológico que había penetrado en el tejido social y contra el que no existía vacuna alguna.

El 9 de julio de 1990 se produce la escandalosa fuga de 47 internos del M.R.T.A. –entre los que se encontraba el cabecilla Víctor Polay Campos.Un túnel de más de 300 metros fue construido desde el exterior del  establecimiento penitenciario Miguel Castro Castro.

¿Cuál era la percepción de la ciudadanía con respecto a la violencia terrorista al finalizar la década de los ochenta? 

La población tenía la percepción de que el terrorismo simplemente estaba ganando la guerra al Estado peruano y que éste se mostraba incapaz de poder garantizar un servicio básico esencial como es la seguridad interna. 

A la mayoría de los ciudadanos no les costaba mucho llegar a esta conclusión. Tenían muy en claro los orígenes modestos de la red Sendero Luminoso: esta banda terrorista había nacido como un minúsculo y provinciano grupo armado, pero había, con una estrategia eficaz y la ausencia de respuesta coherente y adecuada del Estado, hacerse de una presencia temible en casi todo el país; desarrollaba implacablemente sus acciones destructivas y había logrado crear un estado de zozobra e inquietud en la ciudadanía. Su capacidad para reponer cuadros era muy superior a las bajas que se le ocasionaba, todo lo cual daba la impresión que esta banda hacía retroceder poco a poco a la democracia, incapaz de defenderse ante este tipo de violencia.

La matanza de campesinos, los paros armados, las voladuras de torres de alta tensión, los apagones en las principales ciudades del país, se volvieron cosas de todos los días. El terror ya no estaba sólo en los apartados pueblos de los Andes sino que se instalaba también, velozmente, en las zonas urbanas. Al término del gobierno aprista la situación existente en el Perú era la siguiente:

• El país atravesaba por una aguda crisis económica y política que favoreció el avance inexorable de las redes terroristas y todo el proceso de la guerra interna. Ya no cabía duda alguna de que el programa económico del gobierno aprista había colapsado por una serie de medidas incoherentes autodenominada heterodoxia económica, debido a la hiperinflación y la honda inestabilidad política que generó el fallido intento de estatizar la banca. A raíz de esto último, el presidente Alan García Pérez perdió el respaldo de los sectores empresariales y financieros, con lo que éste se vio entre dos fuegos: el de una derecha resentida y con el sentimiento de haber sido utilizada y traicionada, y una izquierda que actuaba empujada por el ultraradicalismo terrorista. 

Las tensiones sociales y la  inestabilidad política se vio agravada, además, por el total colapso de los servicios básicos; este hecho producía un plus de descontento generalizado que desde luego Sendero Luminoso capitalizaba.

• A consecuencia de la crisis de liderazgo en la lucha contraterrorista se estaba generando en la mayoría de la población peruana una creciente desconfianza respecto de la clase política en su conjunto. Esta se había desentendido de sus responsabilidades ante el país y se limitaba a criticar la acción gubernativa, creando un vacío democrático.

• El terrorismo en alianza con el narcotráfico se había extendido por casi todo el país y las dos terceras partes de nuestro territorio estaban bajo el Régimen de Excepción de Estado de Emergencia.

• La presencia del Estado se había “encogido” peligrosamente, pues en las zonas apartadas del país la gran mayoría de autoridades había renunciado o simplemente abandonado sus cargos; y en no pocos casos, habían sido ejecutadas por las organizaciones terroristas.

• El abandono masivo del campo a consecuencia del terror, provocó una indetenible corriente migratoria hacia Lima, haciendo estallar la provisión de servicios y generando serios problemas de desocupación, mendicidad, prostitución y delincuencia común.

• La legislación existente era propia para tiempos de paz y no para hacer frente a redes y coaliciones terroristas que practican la guerra más allá de las reglas.

• La Fuerza Armada bajo la mentalidad prevaleciente de Guerra de Tercera Generación tenía erróneamente una estructura organizacional, doctrinaria y operacional propia para una guerra simétrica frente a actores no estatales que estaban desarrollando una Guerra Asimétrica como variable principal de la Guerra de Cuarta Generación contra el Estado Peruano.

• El Perú había sido clasificado como un país muy peligroso en la región debido a los elevados índices de violencia terrorista casi generalizada en el país, razón por la cual  todas las corrientes turísticas lo suprimían de sus itinerarios.

El Departamento de Estado norteamericano lo consideraba “país de alto riesgo” y recomendaba a sus ciudadanos se abstengan de visitarlo.

El Perú se proyectaba como un país inviable en el contexto latinoamericano y en el seno del Congreso norteamericano se comenzó a barajarse una probable solución a esa situación de crisis: balcanizar el país dividiéndolo en tres o cuatro franjas que supuestamente pasarían al control territorial de otros países vecinos en la región.

En síntesis, debido a la carencia de un diagnóstico adecuado del problema y al total desconocimiento de que la red terrorista Sendero Luminoso era –es y será– un actor no estatal interno que desarrolla una guerra asimétrica más allá de las reglas, la respuesta del Estado –en el quinquenio 1985-1990– no sólo fue caótica, sino totalmente inadecuada al tipo de guerra que se enfrentaba. Ni en las propias Fuerzas Armadas se tenía conocimiento sobre la guerra asimétrica desarrollada por actores no estatales que formando redes y coaliciones estaban operando en el país, pues los reglamentos y manuales militares que inspiran y regulan la doctrina –en esa época– fueron diseñados para una guerra simétrica que es inaplicable en la lucha contra esta clase de enemigos que opera en redes.

En el campo militar los señores comandantes generales que estuvieron al frente del Ejército Peruano durante dicho período son:

• Gral. Div. Germán Ruiz Figueroa

• Gral. Div. Guillermo Monzón Arrunátegui

• Gral. Div. Enrique López Albújar Trint (fallecido)

• Gral. Div. Artemio Palomino Toledo

• Gral. Div. Jorge Zegarra Delgado

Dichos generales, al igual que sus antecesores en el quinquenio de 1980-1985, estuvieron formados doctrinariamente en un marco estratégico de bipolaridad, propio del enfrentamiento entre Este y Oeste, característico de la guerra fría y origen del Sistema Militar Interamericano. 

En este sistema la seguridad significaba para Estados Unidos el mantenimiento de poderosas fuerzas militares que pudieran garantizar su política de hegemonía mundial y la preservación del American Way of Life.

El Sistema Militar Interamericano con sus respectivos organismos (el Comité Consultivo de Defensa, la Junta Interamericana de Defensa, el Colegio Interamericano de Defensa, la Conferencia de Ejércitos Americanos y las Conferencias Especializadas de Inteligencia, Comunicaciones, Operaciones

Psicológicas) fue creado y sostenido para servir a determinados intereses, y no al interés común. La gran potencia de Occidente buscaba prevenir el peligro comunista en el interior del continente, en base al empleo de las fuerzas latinoamericanas, organizadas en  un pretendido sistema y bajo tutela, en tanto EE.UU., en forma directa, atendía sus problemas de seguridad en ultramar y no sólo contra el peligro comunista, sino contra todo tipo de amenaza; este hecho fue determinante para que los ejércitos de la región adoptarán una estructura organizacional, operativa y doctrinaria bajo esos lineamientos y por ende la formación de sus cuadros de oficiales y la hipótesis de guerra estaban enmarcadas en una supuesta amenaza extracontinental para luchas simétricas.

A ello obedece que no entendieran la naturaleza de los conflictos promovidos por actores no estatales internos y siguieran considerando a la guerra interna desarrollada por Sendero Luminoso como un brote guerrillero clásico que mantenía su accionar inmerso en el movimiento comunista internacional.

Diagnosticado este problema como brote guerrillero, pensaron se podía erradicar en corto tiempo y es a partir de esa apreciación de situación errónea y al hecho que continuaban con la misma doctrina anacrónica, su política de comando institucional prosiguió dentro de la misma línea de sus predecesores en el quinquenio 1980-1985. La mentalidad militar prevaleciente no había cambiado en absoluto.

Con ese marco de referencia, se dieron durante ese quinquenio diversos eventos tales como los de los días 18 y 19 de junio de 1986, jornadas en las que se produjo el motín de los penales de Lurigancho y El Frontón, hechos organizados por los internos pertenecientes a la red terrorista Sendero Luminoso. El presidente García ordenó el empleo de la Fuerza Armada para debelarlo, a fin de recuperar en el menor tiempo posible el control de dichos establecimientos penitenciarios. 

El resultado es conocido por todos.

Por esa época también el gobierno aprista dio curso al diseño del Ministerio de Defensa, el mismo que se vio materializado recién el 1 de abril de 1987, cuando se promulga la Ley Nº 24654. A través de este dispositivo legal se crea dicho ministerio sobre la base de la integración de los ministerios de Guerra, Marina y Aeronáutica; así como del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, de la

Secretaría de Defensa Nacional y de los organismos consultivos, de asesoramiento, de planeamiento, de apoyo y control.


El presidente Alan García no entendió la naturaleza de Sendero Luminoso y lo tipificó como un brote guerrillero clásico que mantenía su accionar inmerso en el movimiento comunista internacional. Su política de comando institucional prosiguió dentro de la misma línea de sus predecesores en el quinquenio 1980-1985. 

La mentalidad militar prevaleciente no había cambiado en absoluto. Durante su mandato se produjeron motines senderistas en los penales y pocos sobrevivieron a la intervención de las fuerzas de orden.

Mediante Decreto Legislativo Nº 434 de 1987, el Poder Ejecutivo aprobó la Ley Orgánica del Ministerio de Defensa, que determinaba su ámbito, finalidad, funciones generales y estructura orgánica y establecía, asimismo, que es el organismo representativo de las Fuerzas Armadas, estructura responsable de la aplicación de la política de Estado para la defensa integral del país, responsable de la preparación y desarrollo de las instituciones de las Fuerzas Armadas, así como de la movilización para casos de emergencia.

Mediante Decreto Legislativo Nº 441 de 1987, el Poder Ejecutivo aprobó la Ley Orgánica de la Secretaría de Defensa Nacional, dispositivo que determinaba su competencia, funciones y estructura. Establecía ese D.L. que era el organismo de planeamiento, coordinación y asesoramiento del Ministerio de Defensa, en los campos militares, de la concepción y diseño integral de la política de defensa, formulación y difusión de la Doctrina de Seguridad y Defensa Nacional.

El citado ministerio fue creado mediante una ley dada por el Parlamento Nacional, empero su normatividad concreta fue establecida por el propio Poder Ejecutivo al amparo de las facultades delegadas por el Congreso, y presuponía el cambio organizacional, operativo y doctrinario necesario para poder enfrentar adecuadamente a las redes terroristas. Pero ello tampoco fue así, pues dicho portafolio resultó un organismo con atribuciones mínimas, toda vez que el ministro de Defensa sólo estaba facultado para conocer aquellos planes previamente aprobados por las Fuerzas Armadas y no podía hacer absolutamente nada si no contaba con el apoyo de los respectivos comandantes generales, mucho menos podía dirigir ni supervisar la preparación de planes ni operaciones, limitándose en la práctica a ser un mero tramitador de los institutos militares ante las diferentes entidades del Estado.

El primer ministro de Defensa del régimen aprista –que asumió el cargo el 14 de octubre de 1987– fue el general de división EP Enrique López Albújar Trint, un oficial general del arma de Caballería muy querido y respetado en su institución por haber sido en 1974 el fundador y primer director de la Escuela de Blindados del Ejército, inicialmente con sede en el Rímac. 

López Albújar poseía una mentalidad militar tradicional, a la antigua, su formación profesional castrense no era suficiente como para poder comprender el reto que significaban para la seguridad nacional las  nuevas formas de amenaza que representaban las redes terroristas en coalición con las del narcotráfico.

Durante su gestión no se realizó ningún cambio en la orientación sobre el empleo de la Fuerza Armada, la misma que continuó poniendo en práctica un esquema erróneo contra actores no estatales internos asimétricos. 

El hecho más significativo durante su gestión –que luego le costó la vida– fue el enfrentamiento que se produjo el 28 de abril de 1989 en la localidad de Los Molinos, en Jauja.

Entonces, una patrulla del Ejército se encontró con dos camiones que transportaban un destacamento de MRTA; esa confrontación produjo una baja de 58 integrantes de dicha red terrorista. Mas tarde, el 9 de enero de 1990, en represalia, un comando operativo del MRTA asesinó cruelmente a López Albújar

Este ya había dejado su cargo de ministro de Estado. El MRTA lo acribilló a balazos en circunstancias en que conducía su vehículo sin personal de seguridad –en el Distrito de San Isidro, en Lima.

Su sucesor en el citado portafolio y hasta concluir el régimen aprista en 1990, fue otro general de división EP –hombre duro y torpe– cuyo nombre, como en el pasaje cervantino, es preferible no recordar. Este, pues, jamás entendió conceptualmente la guerra asimétrica que venían desarrollando Sendero Luminoso y el MRTA contra el Estado peruano. 

Había llegado a tan alto cargo inexplicablemente y a él puede aplicarse el viejo aforismo “lo que Natura no da, Salamanca no lo presta”.

Al dejar la Comandancia General del Ejército, el general López Albújar Trint –para asumir el cargo de ministro de Estado en la cartera de Defensa– fue relevado por el general de división EP Artemio Palomino Toledo, quien ejerció el cargo desde el 15 de octubre de 1987 hasta el 31 de diciembre de 1989, fecha en que pasó a la situación militar de retiro por haber cumplido 35 años de servicios a la Nación.

En 1965, cuando cursaba el cuarto y último año de cadete en la Escuela Militar de Chorrillos el entonces capitán de infantería Artemio Palomino Toledo, fue nuestro “Capitán de Año Académico” e instructor del batallón de Cadetes de la Escuela de Oficiales en  el curso de operaciones contraguerrilleras. 

Fue precisamente en ese año cuando el Ejército Peruano efectuó por primera vez una campaña militar para combatir el movimiento guerrillero que dirigió Luis de la Puente Uceda y otros en Mesa Pelada y Púcuta. 

Los criterios rectores que sirvieron de fundamento para el diseño de una doctrina de contraguerrillas en el Ejército Peruano, tuvieron como marco los lineamientos que norman el TIAR, en un contexto de bipolaridad y guerra fría frente a la amenaza que representaba el comunismo internacional contra el continente y particularmente el modelo guerrillero que difundía la revolución cubana dirigida por Fidel Castro con su aparato de inteligencia, la DGI, uno de los mejores entrenados y con más experiencia en el mundo.

El capitán Palomino Toledo fue uno de los oficiales propulsores de esa línea doctrinaria que era patrocinada por la filosofía de seguridad nacional de los Estados Unidos, y que ha normado el planeamiento y la conducción de las operaciones contraguerrilleras en el Ejército Peruano. Posteriormente, esta línea se convirtió en la doctrina oficial de la institución y fue plasmada en el Manual del Ejército ME 41-1 denominado “Operaciones Contraguerrilleras”, manual para ser aplicado en todos los niveles de comando.

A partir de entonces el Ejército Peruano ha mantenido inalterada en el tiempo su doctrina militar contrasubversiva, la misma que ha constituido fuente de consulta para el planeamiento, conducción y control de las operaciones militares. Es bajo esta guía errónea que los diferentes comandos y estados mayores la emplearon equivocadamente durante toda la década de los 80 para luchar contra redes terroristas que en coalición con las del narcotráfico se enfrentaban al Estado peruano. Ergo, la conducción política y la estrategia militar no comprendieron que el enemigo es un actor no estatal que practica la guerra asimétrica como variable principal de la guerra de cuarta generación, sin apoyo externo, como lo fueron las guerrillas de Luis de la Puente Uceda en 1965.

Por tanto, las directivas del Comando Conjunto para los planes de la DIT estuvieron contaminadas con esta doctrina anacrónica.

Esta obedecía a otra situación y a un modelo diferente de guerra que no era la que venía desarrollando Sendero Luminoso y el MRTA, más aún cuando, insólitamente, se planteaba como finalidad de las operaciones militares contrasubversivas destruir y/o neutralizar la llamada Organización Político-Administrativo (OPA) de los subversivos. Esta tarea, como se sabe, es responsabilidad de la conducción política del Estado, la misma que debía emplear todos los recursos humanos, económicos, físicos, psicosociales y políticos de la Nación para tal fin, y no constituir ello una responsabilidad de la estrategia militar en el desarrollo de sus operaciones.

Craso error de lo que deben ser las relaciones entre la política y la estrategia militar. 

¿Qué debe primar en este tipo de guerra? 

¿Lo primero o lo segundo?, y ¿quién debe subordinarse ante el otro: la política o la estrategia militar? No saber responder acertadamente estas preguntas explica el fracaso al que venimos aludiendo en las páginas anteriores.

La Escuela de Infantería del Ejército Peruano conduce anualmente los cursos básicos de tenientes y los avanzados de capitanes para los oficiales de dicha arma que están aptos al ascenso al grado inmediato superior. Al finalizar los estudios de capacitación por un período de seis meses, tanto unos como otros retornan a sus batallones de origen que constituyen la columna vertebral de la fuerza operativa del Ejército Peruano.

Durante la década de los 80, y sólo para fines de instrucción en la citada escuela, se elaboraron uno que otro texto especial de la Escuela de Infantería. Estos no tuvieron el carácter de un texto oficial del Ejército, y contenían aspectos relativos a la guerra no convencional. Si bien es cierto significaban, en estricto rigor, una preocupación de la planta académica de dicha escuela por difundir entre sus oficiales alumnos del arma de Infantería aspectos relacionados a la materia, es del caso señalar que lamentablemente se prosiguió –por deformación profesional– con el mismo error conceptual y doctrinario de considerar a Sendero Luminoso y al MRTA como si fueran dos movimientos guerrilleros similares a aquellos de los años 60. 

Es en base a ese error garrafal de no conocer el tipo de guerra que se enfrentaba que se impartió una  instrucción equivocada, responsable en gran medida del fracaso en la lucha contra estas redes terroristas en dicha década.

Similar situación ocurrió a otro nivel en el Curso de Oficiales de Estado Mayor (COEM) que por dos años consecutivos impartió la Escuela Superior de Guerra del Ejército a oficiales del grado de mayor y comandante de todas las armas y servicios. Estos al concluir los estudios superiores de perfeccionamiento estaban aptos para integrar los estados mayores de las grandes unidades y unidades de combate del Ejército Peruano. 

En dicho centro superior se cayó en el mismo error de apreciación que se venía arrastrando desde la Escuela de Infantería, por cuanto la institución en sí estaba desorientada y resultaba incapaz de definir sus vigas maestras para el empleo de la fuerza en la guerra asimétrica contra redes terroristas. Esta situación era desconocida por la oficialidad, debido a que el conductor político no fijó con meridiana claridad sus objetivos políticos de gobierno, ni menos tuvo propósitos estratégicos definidos.

Otro tanto pasó en la Escuela de Inteligencia del Ejército (EIE) que siempre fue la vanguardia institucional en difundir las nuevas corrientes doctrinarias en materia de seguridad, política y estrategia al capacitar a los oficiales alumnos mediante el Curso Básico de Inteligencia para capitanes y el Curso Superior de Inteligencia para comandantes. Lamentablemente, al optarse por la línea tradicional de “Inteligencia de Combate” para guerras simétricas en una guerra asimétrica contra actores internos que rompían todos los parámetros y principios de la guerra, no se dieron a conocer esas nuevas corrientes o tendencias doctrinarias, sino que primó, una vez mas, la deformación profesional.

La nueva línea era un cambio de ciento ochenta grados en el arte de emplear y conducir las operaciones militares. Desde esa perspectiva un oficial de Inteligencia ya no se podía limitar al esquema convencional de informar a su comandante sobre el terreno, las condiciones meteorológicas y la situación del enemigo en el teatro de operaciones porque sencillamente no lo había, pues el teatro era ahora el conjunto de la sociedad atacada, en que no se distinguía lo civil de lo militar ni la paz de la guerra. 

Es decir, se había producido todo un cambio sustancial que sobrepasaba los clásicos principios en el arte de la guerra, realidad que no fue captada en su esencia por los analistas de inteligencia ni en los estados mayores de las Fuerzas Armadas.

En julio de 1989, siendo Comandante General del Ejército el general Artemio Palomino Toledo, se publicó el Manual del Ejército ME 41-7 denominado “Guerra No Convencional Contrasubversión” en que se precisa el objeto del mismo, la finalidad y el alcance de dicho documento. Teniendo a la vista el Manual lo describiremos en su forma y contenido para que sea el propio lector quien saque sus conclusiones respecto a ese texto.

Se trata de un libro pequeño, de bolsillo, que tiene como dimensiones 9 x 14 centímetros y un texto de letra cursiva diminuta, de fácil manejo por su tamaño.

Está dividido en dos partes muy definidas:

• La primera, referida a la subversión, en que se puede observar que en tan sólo 18 páginas –de tales dimensiones– trata sobre Sendero Luminoso y únicamente en 3 páginas –de igual medida–respecto al MRTA.

• La segunda, referida a la contrasubversión, contiene los aspectos específicos sobre el desarrollo de las operaciones que debe realizar el Ejército dentro del marco de la Defensa Interior del Territorio, aspecto en que expresamente se precisa que: “Los procedimientos de combate que se señala en este Manual son producto del conocimiento del enemigo...”.

Estando a ello, no preguntamos: 

¿Es serio y responsable que después de 9 años de guerra interna el Comando del Ejército presente a la oficialidad una información tan elemental y simple sobre estas dos agrupaciones terroristas? 

¿Resulta serio y responsable que a partir de una información elemental de Sendero Luminoso y el MRTA, se haya establecido los procedimientos para el planeamiento y conducción de las operaciones militares?

A esta información pública tan elemental se le asigna la categoría de clasificación “Reservado”, propia de un hermetismo que caracteriza a las que son de gran valor para la seguridad.

Si como señala el Manual, esas 21 páginas (18 + 3) constituyen el “producto del conocimiento del enemigo”, en puridad de verdad ello resulta preocupante y a la vez inverosímil. Habían transcurrido 9 largos años de guerra interna, por lo que tal conocimiento resultaba de una pobreza escandalosa y alarmante.

 Para el año 1989 tanto Sendero Luminoso como el MRTA ya habían difundido y publicado múltiples documentos partidarios –que fueron de público conocimiento–, por lo cual deviene en inexplicable, en ese entonces, que en el Ejército Peruano no se hayan percatado de ese hecho los analistas de inteligencia ni en el Estado Mayor como órgano de asesoramiento del Comando, en este caso, del general Palomino Toledo.

La otra posibilidad es que este hecho comprobaría que en la década de los 80 el Ejército Peruano era una institución que vivía netamente aislada de la sociedad y al margen de la realidad nacional, y que no había la menor iniciativa para enviar a un sargento furriel a la librería “Horizonte” –ubicada a pocos metros de uno de los locales del Círculo Militar en el portal de la Plaza San Martín– o al Parque Universitario donde –en ese entonces– los libreros ambulantes tenían a la vista documentación de Sendero Luminoso y el MRTA.

Era facilísimo adquirir estos textos e informarse adecuadamente. 

En todo caso se hubiera podido enviar a un oficial del grado de subteniente o alférez a los locales donde funcionaban los programas académicos de Ciencias Sociales, Derecho y Economía de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos o al local del programa de Ciencias Sociales –uno de los más prestigiosos de la región– de la Pontificia Universidad Católica del Perú, o al mismo local del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) que cuenta con una librería especializada en la que se puede adquirir excelentes estudios y análisis, producto de las investigaciones de científicos sociales sobre la materia.

El Manual –cualitativamente hablando– no contiene en modo alguno una presentación sobre la red terrorista Sendero Luminoso que pueda considerarse completa y acertada, y mucho menos con respecto a la red MRTA. A este grupo, repetimos, se le dedicaban tan sólo 3 páginas de un formato de 9 x 14. Parecía aquello una broma de mal gusto, si no fuera ejemplo patente de ociosidad mental y pavor hacia la producción intelectual. Todo un despropósito.

Dicho esto, en atención a la precisión ofrecida a guisa de comentario, tomaremos únicamente dos puntos como referencia, para poder demostrar no sólo la pobreza de su contenido, sino la falsedad genérica de la información brindada a los usuarios.

La línea militar de Sendero Luminoso está descrita en el punto 21 (ver páginas 11 y 12 del Manual) donde se dice ad pedem litterae: 

“S.L. a partir del 86, desarrolla una Guerra Popular Unitaria, delineando su Estrategia y Táctica Revolucionaria en 4 acciones destinadas a ganar la línea de masas” (sic) 

ACCIONES MEDIO  OBJETIVOS
1.Dominar  Guerrillas Del campo a la ciudad
2. Extorsionar Sabotaje Golpear la economía
3. Asesinar Aniquilamiento Someter el Sistema capitalista
4. Engañar Agit y
propaganda
Adoctrinar y mover las masas
agua para el pez” (sic)

Siendo esta toda la información brindada respecto a la línea militar senderista, ¿cómo puede sostenerse que con dicha glosa citada al pie de la letra se describan las ideas directrices de la línea militar de esa red terrorista y en base a una información diminuta pueda considerarse que el citado Manual constituye un esfuerzo importante de sistematización realizado por el Ejército Peruano? 

El Manual no considera en modo alguno que la línea militar es una concepción a partir de la cual opera toda la estrategia y táctica de la red Sendero Luminoso para lograr su objetivo político. Asimismo, este Manual desconoce que la mencionada línea es un componente y un núcleo básico de la línea política general partidaria, la cual tiene tres vigas maestras, las mismas que no se mencionan ni por asomo. Es necesario por ello aclarar cuales son:

•• Primero, la llamada teoría de la guerra popular, que bajo el principio de “conservar las fuerzas propias y destruir las del enemigo” guía todo el accionar de dicha red a partir del cual se desarrolla todo un esquema basado en el pensamiento de Mao Tse Tung. Este, para Abimael Guzmán Reinoso, constituye el principio fundamental de los principios militares, para cuyo desarrollo implementó un conjunto de especificaciones que considera cuatro condiciones fundamentales: contar con ideología (en este caso el MLM-PG), con un partido que comande la guerra popular, caracterizar que continúa la ruta de cercar las ciudades desde el campo y contar con bases de apoyo.

• Segundo, la denominada guerra popular prolongada senderista, que se conoce como una guerra sin límite de tiempo debe pasar por la ofensiva estratégica, la consolidación estratégica y preparación para la contraofensiva y la ofensiva estratégica.

• Tercero, la estrategia y la táctica senderista, de las que la primera debe analizar las leyes que rigen las operaciones militares, pues ellas influyen sobre la guerra en su totalidad; y la segunda debe establecer las leyes específicas que norman una acción determinada. La unidad de estas dos caracterizaciones constituyen el Plan Estratégico Operativo.

Respecto al MRTA la situación es mucho peor, pues siendo la información brindada sobre dicha red terrorista tan exigua, ese hecho de modo alguno podría ser producto del “conocimiento del enemigo”. Resulta desconcertante que en el año 1989 cuando se publicó el citado Manual ME 41-7, el Ejército Peruano no poseyera ninguna información valiosa e útil sobre el MRTA pese a que este

grupo terrorista ya venía operando hacía varios años en el país. Esto constituye una grave carencia de un elemento vital para la lucha contraterrorista y prueba fehaciente de la escandalosa ineptitud del Comando en 1989.

En cuanto a la falsedad genérica, tenemos que el Manual en el punto 50 (página 38) bajo el título de “Congresos del PCPSL” señala en tan sólo dieciocho líneas que “La dirigencia de S.L. periódicamente (...) realiza congresos” y es “A partir del 3er congreso (que se había realizado en los primeros meses del año 83), SL estableció entre otros puntos ...” (sic) 

Esta aseveración constituye una información falsa, pues dicha red sólo ha llevado a cabo un congreso partidario al que consideran el primero y único de este tipo. Este único congreso ha tenido tres sesiones: la primera, del 26 de enero al 7 de febrero de 1988; la segunda, del 27 de agosto al 16 de septiembre de 1988, y la tercera, del 18 al 29 de junio de 1989. Esta información falsa, con errores tan gruesos, sólo demuestra la improvisación, la falta de responsabilidad y la poca seriedad con que se aprobó y difundió un Manual por parte del Comando de esa época.

Habiendo comentado someramente el contenido de la primera parte, ahora pasaremos a la siguiente: referida a la contrasubversión.

El Manual para la ejecución de las operaciones militares parte de una premisa que se apoya en una evaluación errónea de la estrategia y táctica que desarrollan Sendero Luminoso y el MRTA.

Considera a estas dos organizaciones terroristas como si fueran dos movimientos guerrilleros tradicionales y por tanto el esquema operacional propuesto está basado en el empleo de los mismos métodos y procedimientos que utilizó el Ejército Peruano para combatir a la guerrilla de la década de los 60, guerrilla que tuvo como modelo la experiencia cubana de Fidel Castro Ruz.

Si hacemos un simple cotejo de contenidos entre el Manual ME 41-1 “Operaciones Contraguerrilleras” de la década de los 60 con el Manual ME 41-7 “Guerra No Convencional-Contrasubversión” de julio de 1989, constataremos que este último –en esencia y sustancia– es casi un calco y copia del primero y tan cierto es esto que en la página 347 del propio ME 41-7 se recomienda consultar en el punto 2 al ME 41-1, ya glosado, cuando el accionar de los pretéritos movimientos guerrilleros fue totalmente diferente al que llevan a cabo estas dos redes terroristas que operaban formando coaliciones con las del narcotráfico y utilizando los adelantos tecnológicos en su confrontación con el Estado peruano.

En el punto 74, página 73, el Manual considera que la Guerra Contrasubversiva “es una guerra de inteligencia en un 80% y de operaciones en un 20% ...”. Esto es un error sustantivo, pues en la guerra asimétrica desarrollada por redes terroristas la variable fundamental son las operaciones sicológicas que constituyen el arma básica e indispensable para este tipo de guerra porque influyen en todos los campos de la actividad humana.

Conforme a ello, en la guerra contra las redes terroristas se debe considerar que esta es una guerra sicológica en un 50%, de inteligencia en un 40% y de operaciones en un 10%, pues la primera prima sobre las otras dos –que le son complementarias– para poder lograr el éxito en esta modalidad de guerras.

En el punto 78, página 95, el Manual preceptúa como un “tercer paso” la “Destrucción de la Organización Político-Administrativa Local”, lo que considera es una operación policial dirigida a eliminar a los miembros de dicha organización.

Esta disposición es totalmente errónea, pues la confrontación con las redes terroristas se da en primer lugar en el plano político, y ello es competencia de la política general del Estado. En segundo orden, no puede de ninguna manera constituir una responsabilidad circunscrita a la Policía Nacional o las Fuerzas Armadas por la naturaleza política de la guerra y, en tercer lugar, no menos importante por citarse en un tercer orden, es puntualizar que no cabe alguna “eliminación” contra nadie, pues la guerra asimétrica, como variable fundamental de la guerra de cuarta generación, se ha de librar desde un alto terreno ético, basado en las ideas y la tecnología. Siendo así, el término “eliminación” se entiende como un sinónimo de “desactivación”. Entonces, con mayor razón, la desarticulación de la OPA no puede constituir una operación policial dirigida, ni menos aún una operación de combate, pues la lucha es esencialmente política y ello es responsabilidad, perdonen la redundancia, de la conducción política.

El Manual ME 41-7 de julio de 1989 es considerado –después de 9 años de guerra interna– como un hito, o el inicio de un cambio sustancial en la estrategia, que a su vez sirve para perfilar y orientar la directiva de dominio Nº 017-CCFFAA-PE-DI, del 20 de diciembre de 1989, que fuera aprobada por el presidente del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, general de división EP Artemio Palomino Toledo. 

Si esto es así, resulta que dicha “estrategia” no reúne ninguno de los requisitos de utilidad, pertinencia y conducencia para hacer frente a la guerra asimétrica que venían desarrollando Sendero Luminoso y el MRTA; por tanto, no puede ser considerada como una estrategia válida para esta clase de guerra contra actores no estatales internos que operan en redes y coaliciones, con lo cual se demuestra indubitablemente que durante toda la década de los 80 la mentalidad militar prevaleciente en las Fuerzas Armadas y particularmente en el Comando Conjunto, fue propia de guerra de tercera generación. Es decir, no se verificó el tránsito hacia una perspectiva adecuada a una estrategia de guerra de cuarta generación. 

De ahí el fracaso. 

La mayor prueba de esto último se encuentra documentada en las propias directivas emitidas por el Comando Conjunto para la Defensa Interior del Territorio y en los respectivos planes de operaciones para el empleo de la fuerza, con cuyos documentos públicos se acredita indubitablemente que las Fuerzas Armadas bajo el esquema de Guerra de Tercera Generación (3GW), de conformidad con los reglamentos correspondientes y dentro del concepto doctrinario de guerra simétrica, erróneamente desarrollaron las operaciones militares enfrentándose de manera convencional –con fuerzas regulares– contra actores no estatales que a su vez ejecutaban la guerra asimétrica contra el Estado peruano. Este, repetimos, indebidamente respondió simétricamente, militarizando un problema que va más allá de lo puramente militar y sin que el conductor político fijara los objetivos políticos de su gobierno en el período 1985-1990.

Si partimos de la clásica ecuación que Guerra Revolucionaria (GR) es igual a Acciones Terroristas y Guerrillas (ATG) por Accionar de los Organismos de Fachada (AOF) por Guerra Política (GP) por Ofensiva Legal (OL), concluiremos que el avance y expansión de la red terrorista Sendero Luminoso en los 80 se debió a que acertadamente priorizó los tres componentes no militares de la ecuación más que a las Acciones Terroristas y Guerrilleras (ATG), en tanto que el Estado peruano erróneamente privilegió únicamente el primer factor de la ecuación para enfrentar este tipo de guerra sin entender los hacedores de política en dicha década que el Perú estaba frente a un problema de orden y naturaleza político-social y no puramente militar, y que el enemigo era un actor no estatal predominantemente clandestino y asimétrico que practicaba la guerra más allá de las reglas y utilizando tácticas y técnicas que no corresponden a las tradicionales.



Por:Vladimiro Montesinos Torres

Fuente: SIN Sendero

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