Acaba de cumplirse el primer año de gestión del controversial, carismático, e incuestionable nuevo líder de Venezuela, Hugo Chávez Frías. No ha sido un año cualquiera. El país ha sentido las reiteradas convulsiones generadas por una crisis económica arrastrada desde hace más de una década, las impulsadas por el «fenómeno Chávez» y su proyecto de revolución pacífica cívicomilitar y, además, ha tenido que enfrentar una catástrofe natural que dejó miles de muertos y cerca de medio millón de personas sin viviendas, fuentes de trabajo, escuelas ni comunidades. Sin duda, una agenda pesada, en cualquier liga.
En Venezuela todos pasan balance hoy de lo que ha sido el intento de reinvención colectiva que se inició con la llegada al poder, hace un año, de este agudo estratega criollo que logró el aval de millones de venezolanos para transformar radicalmente al país.
Para el Presidente Chávez, hubo varios aspectos sobresalientes: haber frenado el prolongado deterioro de la economía, haber evitado una explosión social de grandes proporciones y, sobre todo, haber logrado diseñar y aprobar por la vía democrática un nuevo ordenamiento constitucional que ofrece un marco apropiado para la transformación económica, política y social del país. Sin ambages ni temores así lo anunció a la población: «adelante tempestad, que ahora tenemos con que enfrentarte». Para la gran mayoría de los venezolanos, este primer año significó cambios importantes, si bien todavía modestos en el ámbito económico; ciertamente la situación sigue siendo dura y difícil y los empleos escasos. Pero ya comienza a verse la luz del otro lado del túnel.
El gobierno ha realizado inversiones importantes en mejorar la salud, la educación y la vivienda, sobre todo en los sectores pobres. Las comunidades están siendo revitalizadas y se están iniciando numerosos programas de adiestramiento, recalificación laboral y estímulo a la producción, que deben dar fruto en los próximos meses. Y ha decidido, con 2 vehemencia, emprender el camino de un desarrollo basado en potenciar las capacidades de todas las personas de la sociedad. Cancelar la deuda social ha sido y sigue siendo el primer objetivo del movimiento encabezado por Hugo Chávez.
En el terreno de lo simbólico también se verifican importantes conquistas para la población del país.
La dignidad personal y nacional se ha colocado en lugar central del discurso y la acción del Estado; la solidaridad es el eje de la gestión pública; y un conjunto de nuevos líderes, mayoritariamente mestizos y de extracción popular, ocupa los espacios públicos de discusión y debate. Por otro lado, reiteradamente el gobierno de Chávez ha demostrado que las políticas económicas y sociales de Venezuela se diseñan e instrumentan en atención a las prioridades nacionales y a los análisis realizados en el país, y no en atención a lo que dictan los organismos financieros internacionales. Lo mismo puede decirse de la actual autonomía de que gozan las relaciones internacionales del país, habiéndose opuesto la Cancillería venezolana, formal y cordialmente, a varias propuestas o iniciativas de Estados Unidos en este primer año de gobierno. Esto no tiene antecedentes recientes en ningún país de América Latina y constituye una base importante del apoyo que continúa gozando Chávez entre los sectores populares. «El tipo tiene los pantalones bien puestos y está con los de abajo», dice la gente.
Una minoría poderosa y vociferante, con capacidad de incidir en la opinión pública internacional, insiste, sin embargo, en que el país va rumbo al precipicio. Argumentan que la nueva Constitución fortalece desproporcionadamente la figura presidencial, que no se ha logrado reactivar la economía y que los capitales no encuentran un clima propicio para la inversión en Venezuela. Sin embargo, los datos económicos del desempeño del primer año de gestión no avalan esas apreciaciones: la inflación está en su nivel más bajo en trece años, ha habido estabilidad cambiaria, las reservas internacionales se han incrementado y la caída del producto bruto ha comenzado a revertirse. En realidad, el gran temor de la oposición parece tener otras razones.
La entrada en vigor de la nueva Constitución les confirma que cambiará radicalmente la estructura del poder político en Venezuela y Chávez no escatima oportunidad alguna para recordarle a la élite política tradicional que ha usurpado propiedad, derechos, recursos y privilegios, que llegó la hora de que éstos sean compartidos con los que nada han tenido.
El próximo 28 de mayo, se celebrará un proceso electoral general para revalidar o elegir nuevas autoridades en todos los cargos electivos del país y será entonces que se verifique cuán profundo o radical será el cambio en Venezuela. Todos los pronósticos avizoran un nuevo triunfo arrollador del movimiento encabezado por Hugo Chávez. Sin duda, el «pueblo» venezolano se siente interpretado por su presidente, un ser que conjuga todos los elementos del realismo mágico latinoamericano y que parece estar dispuesto a revertir la situación de opresión y miseria que han vivido las masas empobrecidas de país.
Primeramente, se maneja en los medios con elegancia, gracia, soltura y una extraordinaria capacidad pedagógica. Permanentemente le está explicando a la población la decisiones que se toman, las razones que llevaron a ello, las gestiones realizadas, los resultados y las perspectivas, siempre con una gran sencillez y honestidad. Ocupa todos los espacios posibles de debate y discusión, y utiliza el lenguaje cotidiano popular, adornándolo con humor y frases «bonitas» e inspiradoras en sus alocuciones públicas. En simultáneo invoca al Dios cristiano y a los espíritus indígenas y africanos para que le ayuden a transformar a Venezuela y le habla a la gente directamente, como si los tuviera al frente, convidándolos a entender todo lo que sucede en el país. Sus mensajes frecuentes muestran gran convicción y profunda humanidad y cuando cree haberse equivocado reconoce públicamente sus errores, acto impensable para el grueso de los acartonados líderes políticos de nuestra América. Como ningún líder actual de la región, se desplaza desde el humor y la sencillez hacia la seriedad, el análisis profundo, documentado, y la toma de decisiones, por difíciles que sean.
Sus argumentos siempre están basados en una lógica que responde a una concepción de sociedad donde la prioridad debe ser la satisfacción digna de las necesidades básicas de la gente. Su consigna de gobierno es crear oportunidades reales para que las personas puedan, a través de su propia acción, mejorar sus vidas. Por eso, cuando Chávez habla el pueblo entiende.
De ahí que los casilleros tradicionales no nos sirvan para clasificarlo. Se equivocan los que le acusan de tener vocación dictatorial o de ser un populista más. Nada más lejos de esa imagen que le han creado los medios internacionales, asesorados por la minoría opositora a su gobierno. Hugo Chávez no cree en conceder dádivas ni en comprar a la población con políticas clientelísticas. Los datos de su balance de gestión demuestran, por ejemplo, una gran prudencia en el manejo del gasto público, habiendo reducido el déficit fiscal en 62% a lo largo del año. 4 Tampoco cree que el gobierno es quien debe asumir toda la responsabilidad por los procesos de una sociedad y permanentemente le recuerda al sector privado y a la sociedad civil sus respectivas responsabilidades. Aún ante la inmensa tragedia acaecida y las necesidades de los afectados, el gobierno ha sido extremadamente cauto en no incrementar la deuda externa y ha preferido apostar a soluciones que potencien los recursos internos que están subutilizados.
Por eso, identificarlo como populista o compararlo con Fujimori, como se hace con frecuencia, no tiene sentido.
Chávez, el militar mulato, bolivariano, emprendedor, elocuente, sincretista, épico, humanista, jocoso y decidido al cambio, obligará a muchas revisiones teóricas en las ciencias sociales y continuará dando sorpresas al mundo entero. En su primer año de gobierno Hugo Chávez ha dado muestras innegables de su astucia política y su capacidad estratégica. Su gestión está llena de anécdotas simpáticas que muestran su naturaleza desafiante y su voluntad de cambiar el curso de la historia venezolana. Cuando hace algunos meses el organismo electoral vigente, dominado por los antiguos partidos políticos, le prohibió hacer sus programas semanales de radio y televisión y le impuso una multa para evitar que hiciera campaña en favor de sus candidatos para la Asamblea Constituyente, aceptó bajo protesta el castigo.
No asistió al programa de radio, que él mismo conduce, pero llamó por teléfono y siguió el diálogo que la gente había iniciado con otra moderadora. Poco después, en vez ir a la estación para hacer el programa de televisión, invitó a la población a asistir a la casa de gobierno y desde un balcón del segundo piso entabló la conversación que cada jueves sostiene en la tv.
El resultado: todos los canales de televisión se encadenaron para transmitir tan singular evento.
La multa, de unos quince mil dólares estadounidenses, fue llevada hasta el organismo electoral en carretillas, sacos y latas repletos de monedas recogidas a lo largo y ancho del país por sus seguidores. Hugo Chávez ha completado su primer año en el poder y Venezuela no sucumbió a una hecatombe como planteaban muchos medios internacionales.
Por el contrario, ha podido hacer frente en una forma racional y eficiente a un desastre natural de grandes proporciones y a una crisis económica que a otros países hubiera paralizado, como es el caso de Ecuador, de Honduras, Guatemala, Nicaragua y otros. Chávez ha dejado muy en claro su compromiso de construir otra ruta hacia el desarrollo y las políticas que ha impulsado tienen buenas posibilidades de éxito.
No pasará mucho tiempo antes de que otros países de la región se animen a intentar hacer lo mismo.
Por: Marcia Rivera
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