El gobierno colombiano firmó el acuerdo de paz con las Farc
26 de septiembre de 2016
El Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, a la izquierda, y el comandante guerrillero Rodrigo Londoño durante la ceremonia de firma del acuerdo de paz en Cartagena, Colombia.Credit...Fernando Vergara/Associated Press
En una ciudad costera, lejos de las selvas donde se libraron los combates entre la guerrilla y el gobierno de Colombia, el lunes por la noche se firmó el acuerdo de paz.
Una gran multitud asistió a la ceremonia de la firma celebrada en Cartagena de Indias, que finalizó con el conflicto armado librado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y el gobierno de ese país, una guerra que duró 52 años.
Fue un momento que recordó a las negociaciones que acabaron con el conflicto en Irlanda del Norte o los Acuerdos de Oslo, que buscaban garantizar la paz en el Oriente Medio. Y era una imagen que varias generaciones de colombianos habían anhelado: ver a un presidente estrechando las manos del líder rebelde, a quien las fuerzas del gobierno habían capturado en las montañas, luego de que ambas partes se comprometieran a forjar un futuro político en paz.
Pronto, la elección estará en manos de los colombianos. El presidente Juan Manuel Santos ha convocado a un referendo que se celebrará el domingo para ratificar el acuerdo. Las encuestas indican que la opción por el Sí resultará victoriosa por un margen de dos dígitos.
La guerra de las Farc contra el gobierno marcó el inicio de uno de los primeros grupos insurgentes de izquierda en América Latina, una lucha que inspiraría a otros movimientos guerrilleros del continente. Si bien el conflicto disminuyó gradualmente, los combatientes continuaron predicando la lucha armada marxista hasta principios de este año.
“Esto fue como esas estrellas que se quemaron hace mucho tiempo, pero su luz puede verse muchos años después”, dijo Bernard Aronson, un diplomático estadounidense que trabajó como intermediario en las conversaciones. “Las Farc se habían convertido en eso”.
La guerra desgarró el tejido social de Colombia. Décadas de guerra trajeron el surgimiento de grupos paramilitares que masacraron a civiles y quemaron aldeas. Las Farc, finalmente, se volcaron al rentable tráfico de cocaína para financiar su insurgencia, mientras extorsionaban a la población rural y aterrorizaban a los habitantes de las ciudades con secuestros y homicidios.
En total, unas 220.000 personas perdieron la vida y más de cinco millones fueron desplazadas. Muchos argumentan que había llegado el momento de acabar con el conflicto que afectó a varias generaciones de colombianos.
“¿Quién podría oponerse a que la gente vuelva a sembrar la tierra? ¿A que no haya más niños en la guerra? ¿A la remoción de las minas?”, dijo Armando Benedetti, un senador colombiano y partidario del acuerdo de paz.
Sin embargo, el acuerdo ha enfrentado muchas críticas, sobre todo de Álvaro Uribe, el antecesor de Santos en la presidencia. Uribe es ampliamente reconocido por la represión que llevó a las Farc a la mesa de negociación. Desde entonces se ha convertido en el líder del movimiento que se opone a los términos del acuerdo y que impulsa la votación del No en la consulta popular, con el argumento de que el gobierno fue muy suave con la guerrilla. Califican a Santos como “traidor”.
“#EnCartagenaDecimosNo Con los acuerdos, ni justicia ni verdad para las víctimas. Corrijamos los acuerdos. VOTEMOS NO”, escribió Uribe, que ahora es senador, en un post en Twitter.
En los próximos meses las Farc entregarán su armamento a los inspectores de las Naciones Unidas, como inicio del proceso que permitirá su reincorporación a la vida civil. A cambio, el país aceptará un sistema de “justicia transicional” en el que, según Santos, los combatientes serán amnistiados o condenados a penas reducidas por los delitos que cometieron.
La semana pasada, los miembros de las Farc asistieron a la Décima Conferencia Guerrillera, donde muchos empezaron a planear su futuro. Los guerrilleros se pusieron camisetas y asistieron a conciertos al aire libre, luego de votar a favor de finalizar con la guerra. Muchos lo vieron como su primer paso hacia la vida civil después de su rebelión.
El proceso de reconciliación continuará después de la ceremonia de la firma e incluso del referendo. Sin embargo, los sobrevivientes deben vivir con sus recuerdos de la guerra.
Entre ellos hay casos como el de Yolanda Perea, quien en 1997 tenía 11 años y vivía en el pueblo de La Pava cuando un guerrillero entró a su casa, le puso una pistola en la cabeza, y la violó delante de sus hermanos y su abuelo.
Perea no supo que estaba embarazada hasta que otro guerrillero la golpeó y sufrió un aborto. Unos días después, contó, varios guerrilleros llegaron y asesinaron a su madre.
Tiempo después Perea tuvo dos hijos y ahora vive en Medellín, donde trabaja con una organización no gubernamental que protege los derechos de la mujer.
Ella planea votar por el Sí en el referendo.
“No gano nada si continúo con el odio”, dijo. “Tengo que votar por el sí porque la paz depende de cada uno de nosotros. Los buenos somos más y tenemos que seguir luchando por un país tranquilo para nuestros hijos y nietos”.
Por: Nicholas Casey
Fuente:nytimes
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